Residente durante su show en el Antel Arena de Montevideo | Foto: María Noel Robaina
El pasado 3 de octubre, el Antel Arena se llenó hasta el borde de la energía revolucionaria y emotiva de René Pérez Joglar, mejor conocido como Residente. Con un público devoto que lo sigue desde sus días en Calle 13, el artista pisó suelo uruguayo con la gira Las Letras Ya No Importan. El espectáculo no solo fue un recorrido por los momentos clave de su carrera, sino una biografía sonora en la que mezcló su ferocidad contestataria con su faceta más sensible.
Desde que René apareció en el escenario, acompañado de su numerosa banda, el ambiente del estadio se transformó. El setlist incluyó canciones de todas las etapas de su carrera, desde temas de Calle 13 como “No hay nadie como tú” y “Fiesta de locos”, hasta las composiciones más íntimas y personales de su último disco, como “René” y “Ron en el piso”. Cada canción parecía abrir una puerta hacia distintos momentos de su vida, y el público respondía con una entrega total, coreando cada letra como si formara parte de sus propias historias.
Lo que se vivió esa noche fue mucho más que un concierto. René, siempre consciente de la importancia del arte en todas sus formas, incluyó elementos visuales en su presentación que acompañaban las letras de sus canciones. Mientras él interpretaba, una dibujante plasmaba en vivo escenas que se desprendían de sus palabras, mientras una mecanógrafa convertía el discurso en una suerte de poesía visual que daba otro nivel de profundidad al espectáculo. Todo estaba cuidado al detalle, pero sin perder la sensación de espontaneidad y autenticidad que caracteriza a Residente.
La multitud en el Antel Arena fue un reflejo de la diversidad que René siempre ha celebrado en su música. Desde jóvenes hasta seguidores que lo acompañan desde sus días en Calle 13, todos parecían encontrar un espacio de identificación en sus canciones. La energía de temas como “El aguante” y “Atrévete-te-te” sacudió el estadio, transformando la velada en una verdadera catarsis colectiva. No era solo un show, era una declaración de principios, una reafirmación de que la música, las palabras y la protesta siguen siendo herramientas poderosas.
Con su gorra característica y una actitud desenfadada, René condujo la noche con la naturalidad de quien sabe que tiene al público en la palma de la mano. La complicidad que se generó entre él y los asistentes iba más allá del típico grito de estadio; había un sentido de comunidad, de lucha compartida. Cada pausa, cada rima y cada acorde parecían diseñados para provocar una reacción, ya fuera de alegría desbordante o de reflexión silenciosa.
El cierre de la noche llegó con “313”, una canción que encapsula la esencia de lo que Residente quiso transmitir con su gira. Las luces bajaron, el público mantuvo el aliento, y en ese instante final quedó claro que lo que se había vivido no era solo un concierto. Era un espacio donde la palabra, la música y el arte visual se encontraban para crear algo más grande. Residente ofreció una experiencia que dejó una huella imborrable en quienes estuvieron presentes.