Con su frenesí artístico, Fabiana Cantilo nos transportó en un viaje donde las esencias acústicas y los etéreos climas ambientales se conjugaron en la psicodelia de un show hipnótico. La luz tenue y tan solo un foco al frente colaboraron para crear un ambiente íntimo, y “a la vieja usanza” de una de las máximas exponentes de la vieja escuela del rock.
Los shows de Fabiana Cantilo son conocidos por su energía. En su carrera, ha tocado en algunos de los lugares más icónicos de la escena musical argentina, incluyendo el Estadio Luna Park y el Teatro Gran Rex. Aunque anoche “no pudo ni llenar un teatrito” como ella dijo. Quizá el único foco que tenía sobre su rostro le cegaba la visión, porque el Teatro Stella tuvo una gran convocatoria. Es cierto, no fue un sold out. Pero las pocas filas vacías al final, eran opacadas por la gente que acompañaba los grandes clásicos del rock argentino.
Cantilo es una verdadera show-woman. De espíritu indomable, llena de movimiento y diversión el escenario. Dice lo que se le cruza por la cabeza. A veces, cuando escucha lo que dice, una mueca se dibuja en su boca, como si pensara “quizá no debí haber dicho esto”. Pero se ríe y sigue con su verborragia. Mezcla anécdotas, con fantasías y algún que otro pensamiento que se le impone. A veces distorsiona la realidad, la estira como chile, la maquilla un poco, y la devuelve al cajón de la rutina de los espectáculos. En lugar de disimularlos, deja en evidencia los errores y se ríe de si misma. “Hay que reirse, es lo único que nos salva”– dice luego de haber tropezado con uno de los cables en el escenario.
Fiel a su repertorio, canciones como “Ya Fue”, “Mi enfermedad”, “Amanece en la ruta” y “Mary Poppins y el Deshollinador” no faltaron la noche de anoche. Y pese a algunos problemas “técnicos” fue una cita obligada de clásicos del rock.