Corría el año 90 en Buenos Aires y en el estudio del flaco Spinetta llamado La Diosa Salvaje, entre varios músicos y colaboradores se encontraba Bobby Flores; conocido DJ, presentador y escritor. Por aquel entonces trabajaba para la radio Rock n Pop.
El trabajo de Flores era grabar las promociones para luego pasarlas en la radio. Hacía generalmente anuncios de los conciertos de Luis Alberto.
Aquellas jornadas de grabación solían ser extensas. Esos momentos de creación tienen la particularidad de que el tiempo se detiene. Las agujas del reloj se niegan a avanzar, como magnetizadas por la energía que circula en las salas de grabación.
Aquel día luego de varias horas de música, el cansancio hacía mella en algunos y de a poco se fueron retirando de la sala. Solo quedaban Spinetta, Bobby y el Vieja Barrios, un amigo de fierro del Flaco. Ya que quedaba poca gente, se dedicaron a crear la promoción que luego saldría en las radios.
A su vez que se grababa la promoción se iban probando varios temas, melodías para acompañarla.
Luego de varias tomas que se repetían una y otra vez cayeron en la cuenta de que hacía horas no probaban ni un bocado. El hambre que hasta ese momento no se sentía, de pronto ya no deja hacer nada más. Solo pensaban en comer. Tantas horas de charla y filosofía de la música y la vida dio lugar a algo tan sencillo como comer. Así que dejaron la sala y salieron rumbo a la Avenida Goyeneche.
En busca de un choripán
En aquella época, sobre la avenida había muchos puestos de comida rápida casera. El aroma que salía de esos puestos y el hambre que se hacía sentir gruñendo hizo que decidieran parar en el primer puesto que cruzaron.
Pensaron que comer unos choripanes sería una buena idea, algo rápido de preparar y contundente. Una comida muy Rioplatense.
El puesto estaba atendido por dos personas. El que los atendió era un señor mayor, de unos 60 años que ni siquiera levantó la vista cuando le pidieron los choripanes.
Sin embargo el otro empleado del puesto, un muchacho más joven, al oír las voces se dio vuelta y los vio. Preso de la emoción dejó todo lo que estaba haciendo y levantó los brazos a la vez que decía casi entre gritos: “Flaco, no lo puedo creer, que grande El Flaco, te escucho desde…” y en ese momento le da un abrazo a Spinetta.
Cuando suelta al Flaco le dice a su compañero de puesto: “Roque, Roque, sabes quién es este? Spinetta Roque, es el Flaco Spinetta, el de Pescado Rabioso.”
Roque no pareció muy entusiasmado, tal vez ni siquiera sabia quién era, así que siguió en su tarea, sin entender por qué tanto alboroto.
Así que el muchacho le dijo, “deja que yo les preparo los choris”. Nunca se había esmerado tanto en preparar un choripán como aquel día, era una obra de arte aquella comida, digna de los mejores chefs de los lugares más caros del mundo. Para el pibe esa preparación era como tallar El David o pintar la Capilla Sixtina. Era la anécdota que iba a contar toda su vida, cada vez que en una fiesta tomara un poco demás. Y se parara arriba de una silla contaría que una vez le hizo un choripán a Luis Alberto Spinetta.
Pero era un sencillo choripán. De más esta decir que los otros dos choripanes no tuvieron absolutamente ninguna atención en especial.
El pibe le dice a Spinetta, “Te lo hago mariposa, Flaco?” a lo que Luis Alberto levanta las cejas un tanto sorprendido, y le dice que sí, por supuesto. El joven cortó exactamente en la mitad el chorizo, y le agregó mucho chimichurri (salsa Rioplatense hecha con ajo, perejil, cebolla, orégano, aceite y vinagre) lo envolvió en una servilleta y se lo alcanzó al Flaco dándole unas palmaditas en el hombro.
Agua De Miseria
Los tres salieron caminando y se sentaron en el primer lugar que pudieron para comer tranquilos. Una vez sentados, Spinetta no sacaba los ojos de su choripán, cuando eso sucedía era porque la mente y los pensamientos del Flaco andaban lejos de ahí.
Luego de mirar absorto el choripán, lo abre, lo examina minuciosamente. El chorizo parecía una mariposa y reposaba sobre la mitad del pan. La otra mitad del pan tenía la salsa y el aceite de la marca que había dejado el chori. Como una especie de santo sudario, diría Bobby Flores. Pasaron unos segundos de que Luis Alberto observara el chorizo. Y ahí levanta la mirada y se encuentra con los ojos de Flores y le muestra el choripán con el pan abierto a la mitad.
Sonriendo le dice, “En el único lugar del mundo que pueden mezclarse los chorizos, que son todos iguales, a las mariposas que son todas distintas es en Buenos Aires… que cuidad tan demente es esta”.
Una vez terminada su observación y posterior comentario tan profundo como irrisorio, procedió a comer su choripán.
Y sí nació la historia detrás de Agua de Miseria. Cuánta verdad, Buenos Aires es una ciudad donde todo puede pasar.