Rolling Stones en Altamont: El Concierto que terminó en tragedia

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El 6 de diciembre de 1969, el Altamont Speedway en California se preparaba para ser el escenario de un evento histórico. El Altamont Speedway Free Festival, organizado por los Rolling Stones, prometía ser un cierre espectacular para su gira por Estados Unidos. Concebido como una respuesta al exitoso Woodstock, este festival gratuito atraería a una multitud deseosa de música y unidad. Sin embargo, la noche se convertiría en un sombrío y trágico capítulo en la historia del rock, marcando el fin de la era hippie.

La preparación del festival fue una carrera contra el tiempo. Originalmente, se había planeado realizar el evento en el Golden Gate Park de San Francisco, pero problemas logísticos y legales obligaron a los organizadores a buscar un nuevo lugar a último momento. El Altamont Speedway, un autódromo en Tracy, California, fue seleccionado apenas cuatro días antes del concierto. Esta improvisación resultó en una falta de infraestructura y planificación adecuada.

El día del evento, más de 300,000 personas llegaron al Altamont Speedway. No había baños públicos suficientes ni personal de emergencias preparado para manejar una multitud de tal magnitud. El escenario era pequeño y bajo, y el equipo de sonido y luces era insuficiente para un evento de esta envergadura. La atmósfera, cargada de anticipación y caos, se tornaba cada vez más tensa.

La Decisión Fatal: Hell’s Angels como Seguridad

Uno de los mayores errores de los organizadores fue contratar a los Hell’s Angels, una banda de motociclistas, como seguridad del festival. La paga consistió en cerveza y una pequeña cantidad de dinero, lo que resultó en una fuerza de seguridad ineficaz y violenta. Los Hell’s Angels, muchos de ellos ebrios, estaban armados con tacos de billar, cadenas y cuchillos.

Los Hell’s Angels adoptaron una postura agresiva hacia el público y las bandas. La violencia comenzó a estallar desde temprano, con peleas y disturbios en la multitud. Marty Balin, el vocalista de Jefferson Airplane, fue noqueado por uno de los Hell’s Angels mientras intentaba intervenir en una pelea durante su actuación. La tensión aumentaba a medida que avanzaba el día.

El festival, concebido como una celebración de paz y amor, se transformó en un escenario de caos y miedo. La circulación desenfrenada de drogas, especialmente LSD, contribuyó al descontrol. Muchos asistentes sufrieron sobredosis y ataques de locura, añadiendo más caos a la ya tumultuosa situación. Las condiciones de seguridad eran pésimas y el desorden aumentaba con cada hora que pasaba.

La violencia alcanzó su punto álgido durante la actuación de los Rolling Stones. Mientras la banda interpretaba “Under My Thumb”, una pelea estalló cerca del escenario. Meredith Hunter, un joven afroamericano de 18 años, fue agredido por varios Hell’s Angels. En un acto desesperado, Hunter sacó una pistola, pero antes de que pudiera usarla, fue apuñalado brutalmente por Alan Passaro, un miembro de los Hell’s Angels. El ataque fue capturado en el documental “Gimme Shelter”, inmortalizando el horror de esa noche.

Mick Jagger intentó calmar a la multitud desde el escenario. “¿Podemos dejar de pelear, por favor? Necesitamos algo de paz aquí”. Sin embargo, la violencia continuaba, y la banda decidió terminar su set antes de tiempo, temiendo que más sangre se derramara. El festival, que debía ser una celebración, terminó en tragedia, con un saldo de cuatro muertos: tres por accidentes y Meredith Hunter, asesinado.

El Documental “Gimme Shelter”

Si Woodstock representó el apogeo del idealismo hippie, Altamont simbolizó su declive abrupto y violento. La muerte de Meredith Hunter y el caos generalizado de esa noche marcaron un punto de inflexión en la contracultura de los años 60, desnudando la realidad de un movimiento que, en muchos aspectos, se había vuelto insostenible.

El documental “Gimme Shelter”, dirigido por los hermanos Maysles y Charlotte Zwerin, capturó la tragedia de Altamont en crudo detalle. La película, estrenada en 1970, mostró al mundo el caos y la violencia de esa noche, convirtiéndose en un testimonio visual de uno de los momentos más oscuros en la historia del rock.

Para los Rolling Stones, fue una lección amarga y una experiencia que cambió su perspectiva sobre la organización de conciertos. Para el mundo del rock, Altamont significó el fin de una era y el inicio de una nueva conciencia sobre la seguridad y la profesionalización en la industria de la música.

Con Altamont, los sueños utópicos de la década de 1960 chocaron con la dura realidad, dejando una huella imborrable en la historia del rock.