Anoche Divididos brindó una exquisita clase magistral de rock y punk en el Antel Arena.
Y es que la aplanadora del rock no es una banda más, Divididos es historia y leyenda del rock argentino, es destreza musical, arrebato y excelencia. Una banda que, cuanto más pasan los años, más rejuvenece.
La banda liderada por Ricardo Mollo curtió esencia, se salió de las estructuras y dejó una noche latiendo bajo la luna creciente que comenzaba a asomar por Montevideo.
Enmudeció el espacio con un público que lo escuchó maravillado la primera parte de su puesta acústica; y también reventó en pasión desmedida con su rock duro y vernáculo.
Con Emiliano Brancciari y Denis Ramos como invitados, con muchos cambios de guitarra, y con los infaltables covers de Sumo, Divididos demostró una vez más lo que ya sabíamos: la aplanadora arrasa en cualquier escenario y rompe con los esquemas conocidos.
Se me llenó de hojas el bulín
Mientras Fer O’Smith y su guitarra acompañaban el ingreso paulatino de los primeros que se acercaban al recinto, Rodra se preparaba para hacer de colchón sonoro a lo que se vendría.
Pasados 15 minutos de las 21 horas, aún quedaba mucha gente por ingresar al Antel Arena. Aquellos que crecieron con el rock de la vieja escuela, iban lentamente ubicándose en las butacas.
Ya sobre las 21:20, tres focos se encendieron e hizo su aparición en el escenario el power trío. Y aunque ya suena cansador el término, con la exigencia que lleva implícita, hay que admitir que cuando aparecen en escena, la energía cambia y la adrenalina sobrevuela el ambiente.
Ricardo Mollo fue el último en salir, con su característico caminar enconrvado. Hizo una reverencia a ambos extremos del escenario y encendió la veladora ubicada sobre el lado izquierdo, para sentarse luego en el suelo.
Luz tenue, hojas secas, y un espacio acústico recreando ‘Se me llenó de hojas el bulín’, aquel ensayo que compartieron en youtube poco después de haber cumplido 33 años.
Así como en ese primer festejo íntimo registrado, Divididos comenzó su set acústico de 20 minutos, con ‘Los hombres huecos’. El público, absorto y en absoluto silencio, le robaba una sonrisa a Mollo, que buscaba abstraerse entre las cuerdas.
Jugó con el ritmo y cambió de guitarra mientras sonaba ‘Azulejo’. Un espacio íntimo que se completó con un puñado de hojas secas que lentamente caían sobre el escenario, llenando de hojas el bulín.
Mollo estiró las vocales, cerró los ojos y dejó que sus dedos juegasen en ‘Dame un limón’. En ese momento, por el costado izquierdo hizo su aparición Denis Ramos y su Trombón. Le dio el puntapié para que Catriel introduzca ‘Vida de Topos’ y se fue, sin adornos ni histrionismos.
La primera parte de esta presentación, sensible e introspectiva, finalizó con ‘Spaghetti del rock’ y ‘Cabalgata deportiva’.
Luego de un breve corte, una vez que se movió el escenario acústico, el trío volvió para subir los decibeles al mango. La aplanadora hizo un repaso necesario por temas como ‘Haciendo cosas raras’, ‘Casi estatua’, ‘Tanto anteojo’, ‘Alma de budín’ y ‘Elefantes en Europa’.
Atrás, Ciavarella se despegaba haciendo desaparecer las baquetas frente de sí. Con el olor a incienso que dominó el ambiente y cuyo humo se mezclaba con las luces naranjas, el trío parecía estar envuelto en una bruma de media estación. Demostrando que no todo es una furia desmedida de decibeles.
El infaltable ‘Tengo’ (cover de Sandro), llegó para ordenar a un público que acompañaba en la lírica y saltaba entre butacas.
‘Sábado’, ‘Qué tal / La rubia tarada’, ‘Rasputín / Hey Jude’. Uno tras otro se sucedían los temas entre cambios de guitarra, y besos al aire que aprovechaba para tirar Mollo entre tema y tema, a las primeras filas. Mucha música y pocas palabras. Había mucho para tocar y para decir tocando.
El segundo invitado de la noche, apareció luego de una breve y clara introducción “Yo creo que este invitado sí les va a gustar”, dijo Ricardo mientras Emiliano Brancciari aparecía con su guitarra para ubicarse en el centro del escenario.
Juntos interpretaron ‘¿Qué ves?’, el clásico de NTVG, de ‘La era de la boludez’ (1993).
La ferocidad sonora se abría paso a las afueras del Antel Arena, y Divididos, implacable e imparable, daba una clase magistral de rock y punk, del clásico y del renovado.
Sonaron también: ‘Salir a comprar’, ‘Amapola del 66’, el infaltable cover de Papp’s Blues (‘Sucio y desprolijo’), ‘Paisano de Hurlingham’, ‘Paraguay’ y ‘El 38’. Sin pausa, con un público que acompañó segundo a segundo y no dejó de cantar y gritar cuando la ocasión lo requriró.
Sobre el final, ‘Ala Delta’, brindó la base rítmica que introdujo los últimos covers de Sumo, como ‘Crua Chan’ y ‘El ojo blindado’.
Mollo se bajó del escenario y saludó a quienes estaban contra la valla; para despedirse con ‘Mejor no hablar de ciertas cosas’.
Pasó un tornado que arrasó Montevideo, pasó Divididos por el Antel Arena y nos dejó una clase magistral de excelencia sonora.