Los músicos se ubicaron en el escenario y rápidamente comenzó la intro de ‘Este tren’, mientras Bea, se encargaba de comunicar con sus manos y gestos lo que la voz en off de Rozalén iba contando.
Beatriz Romero es la intérprete de lengua de signos y una pieza clave en el escenario, no solo por permitir que los shows sean inclusivos, sino por la conexión especial que tiene con Rozalén. Su expresión corporal hace que la música y las emociones que ésta provoca, sean transmitidas con una claridad inusual. Y sin conocer lengua de signos se puede entender casi a la perfección lo que se está comunicando.
Al poco tiempo Rozalén apareció por el fondo del escenario. Tenía los ojos chiquitos formándose arrugas en la comisura y las manos algo temblorosas. Las primeras estrofas de ‘Este tren’ las cantó desde el fondo, hasta que, arropada por los aplausos y la cálida bienvenida, se fue acercando.
En el escenario la acompaña toda su banda. La primera vez que estuvo en Uruguay fue en 2019 y sólo tres de sus músicos pudieron acompañarla. Aquella oportunidad, en el teatro El Galpón quedó tan marcada, que Rozalén volvería a ella en varias oportunidades a lo largo de esta noche.
“Es un sueño para nosotros estar aquí esta noche y jamás pensé tocar en un teatro tan histórico a la segunda vez de visitar un país así que tenemos que dejarnos la piel porque os debemos mucho. Bienvenidos a este viaje, os echamos mucho de menos”
Mientras cantaba ‘Dragón rojo’, la figura de un dragón de fuego se formaba en la pantalla gigante detrás. Por momentos parecía envolver el escenario con furia y desaparecía luego, para volver a formarse.
Delante, Beatriz extiende los brazos hacia el público con las manos abiertas, mientras mueve los hombros hacia delante. A su lado, Rozalén escupe su dolor en las cuerdas de su guitarra. Era tan solo el comienzo de un viaje emocional que se detendría en todas las paradas. Hay canciones, inclusión, diálogo, reflexión y un mensaje muy claro: cuidar del árbol propio, para hacer de este bosque, un lugar mejor.
Los guiños a Uruguay
La primera pausa en la que Rozalén dedicó unos minutos a interactuar directamente con el público se dio casi al comienzo, luego de finalizar el tema ‘Será mejor’.
“Voy a hablar un poquito así me relajo”, dijo; y se escuchó inmediatamente desde el centro del teatro: “Falta la grappamiel”.
Y es que la primera vez que Rozalén estuvo en Uruguay, en un momento de interacción con el público, alguien le recomendó grappamiel, como antídoto para el frío y calentar la voz. Ella confesó no conocer la bebida, pero como buen uruguayo precavido, entre los presentes, alguien tenía una petaca que le ofreció. La probó, se ruborizó, y le dio su aprobación
Anoche, luego de escuchar que alguien se lo recordaba. Tomó un vaso blanco que tenía junto al pie del micrófono, lo alzó y luego de brindar, mojó sus labios.
El vaso contenía grappamiel y ese pequeño guiño a su anterior presentación en el país, ensanchó el nexo que la unía con el público. Hizo hincapié en la celebración: de su fin de gira, de la felicidad que le ha traído ‘El árbol y el bosque’, de los 10 años de su primer disco y de la posibilidad de haber podido girar por latinoamérica con todo su equipo.
Fue un momento de generosidad absoluta, donde la cantautora abrió las puertas de su universo emocional, agradeció la posibilidad de vivir de la música, de que Uruguay le abra las puertas, y por supuesto, el cariño de su público. Se tomó el tiempo para compartir la conexión que tiene con el país: los versos de Benedetti con los que comenzó la anterior gira, las palabras de Pepe Mujica en su tema ‘Girasoles’, y a Drexler, cuyo tema Eco, sonó en el funeral de su padre. Y mientras con los ojos húmedos se iba despojando de anécdotas que mezclaba con algún chiste que servía de meseta emocional, el silencio del teatro era interrumpido por aplausos.
La primera parte tuvo una carga emocional mayor, con temas que sacaron más de una lágrima a varios espectadores. Especialmente ‘La línea’, provocó que alguien rompiera en llanto. Un llanto silencioso, que parecía no tener consuelo. Quizá recordando su propia historia, la de algún familiar o conocido, o simplemente porque la coraza a veces es más delgada y el llanto se impone.
En la pantalla gigante detrás, se sucedían imágenes en blanco y negro de inmigrantes cruzando fronteras, arrojándose a la mar. Imágenes conmovedoras, tristes, tan reales que duelen el doble.
Completó esta parte del setlist ‘Justo’ y ‘Mar en el trigal’. María sentía la necesidad de reforzar el mensaje con palabras a modo de introducción y a su lado, Bea lo magnificaba. Las palabras salen de la boca de Rozalén y van a parar a las manos de Beatriz con una fluidez que casi se puede ver el hilo emocional que las conecta.
A modo de entretiempo ante los temas que invitaron a bailar, aprovechando la acústica del teatro, cantó a capela algunas canciones que aprendió de niña. Lo que sirvió como introducción para un mini acústico en el que recuperó algunas canciones que no interpretaba hace mucho tiempo y otras más recientes.
El acústico incluyó ‘Berlín’, ‘Alivio’, ‘Aves enjauladas’ y ‘Amor prohibido’.
Los músicos fueron ingresando poco a poco para interpretar la versión de ‘La maza’, el tema de Silvio Rodríguez, que ha popularizado también Mercedes Sosa y que Rozalén incluyó en su último disco.
Para ese momento ya se había soltado, y los nervios con los que comenzó el show, se habían disipado.
Lo terminó de confirmar con la segunda parte. Estaba a gusto y se le notaba. Recorrió todo el escenario, bailó y saltó lo que quiso. Hizo parar al público ya de arranque con ‘Que no, que no’ y hubo quienes se animaron a arrimarse cerca del escenario.
Pero no solo encima del escenario estaban a gusto, debajo, la gente también lo estaba disfrutando a tope, lo que invitó a Rozalén a bajar a cantar al público.
Cantó ‘La puerta violeta’ entre la gente, dio toda la vuelta del teatro saludando y tomándose alguna foto. Al final del tema subió nuevamente al escenario para despedirse con ‘El paso del tiempo’.
Terminaron todos bailando y a los saltos, ante una ovación de pie. No se querían ir. Rozalén saludaba con los brazos en alto, se tiró al piso y Bea rápidamente corrió a su encuentro mientras en una escena muy lúdica hacía que la revivía. Al final, tomó el vaso de grappamiel que tenía en el piso, lo levantó, tomó un sorbo y se marchó entre los aplausos de un público que le pedía un pronto regreso.