“Mi historia con vosotros, mi historia con Argentina, es una historia de amor de las que levantan la piel, de las que se arman a fuego lento como los quereres de antes, como quien sabe querer. Mirando a los ojos y sin soltar la mano, pase el tiempo que pase, pase lo que pase. Mi historia de amor con vosotros es desvelarme y soñar con el día en que podría volver a cantaros, quedarme con el olor de vuestras calles, con el cariño, con vuestro sentido del humor, con vuestras ganas, con la locura, con todo lo que he vivido aquí desde que empecé…”
Fueron las palabras de Vanesa Martín poco antes de comenzar el show y el sentir recíproco de un Gran Rex colmado que esperó su regreso con ansias y desvelos.
La historia de sus fans con Vanesa es una historia de amor de las que sudan la vida y sanan heridas, de las que sostienen con firmeza, erizan la piel y desdibujan el mapa. Historia de un amor que conoce de tiempos y sabe esperar, que se escribe en una mirada sostenida, que sabe a vida.
Historia de amor es la que encierra una bandera multicolor que se agita en medio de la platea. Historia de amor la de dos mujeres que se toman fuertemente las manos mientras se cantan de frente; la de una pareja que se mira con fuego y debilidad, mientras él le dice al oído: “este tema es el tuyo, amor”.
Historia de amor la de ella, que abraza por detrás su cuerpo cansado, mientras recorre con su mano los pliegues del tiempo, acariciando la fragilidad de su piel; y él, que con una sonrisa que apenas se dibuja, la mira con sosiego.
Historias que viajan eternas, presentes y etéreas por la inmediatez de la pantalla, historias que dejan de pertenecerle una vez cantadas y toman la forma de un otro que vive y revive deseos e ilusiones. Placeres que secundan, fantasías que buscan colarse por la ventana indiscreta, esa que no sabe de reparos.
Historias de amor y de amantes, como las que cuenta en sus canciones. La desgarradora ‘Arráncame’, la luminosa ‘Y yo latiendo’, o la generosa ‘Si pudiera’. Historia de amor como la de ‘Imán’, un tema que está incluído en el próximo disco y que anticipó en un momento íntimo.
Historia de amor la de anoche, dos horas de un presente eterno, de esos que cuando se recuerdan un cosquilleo sube del estómago al pecho y una brisa tibia susurra al cuello.
Hay una energía que desborda. La felicidad que no se mide con palabras pero se transmite en el gesto y el cuerpo de Vanesa y sus músicos, y en la garganta del público que reclama identidad y piel.
Anoche, el Gran Rex fue testigo de un amor que muda sus ropajes y permanece expectante. De canciones nuevas, improvisadas, de impaciencias y pasiones.
Con la primavera que comienza a mostrar su cara más bonita y Venus en libra, la noche se hizo luz, fuego y también oscuridad. Dicen los astrólogos que la conjunción expresa el deseo de conectar con el otro, una puerta entre dos mundos: la emoción y la razón. Y que, como regente nocturno, habla de lo que nos atrae. Hubo algo mágico e incontrolable que se produjo anoche, y que bendecido de energía venusiana hizo que la sangre hirviera y los cuerpos bailaran libres a ritmo de ‘Llega el momento’ o ‘Y vuelo’.
Hubo presagios y anticipos, de placeres y pecados, y una despedida que no se quería soltar.
“90 minutos no puede durar el amor, pídeme más”, fue la sentencia de un reencuentro inevitable. La historia de amor de Vanesa Martín con Buenos Aires.