Trueno durante su show en el Antel Arena, Montevideo, Uruguay | Foto: María Noel Robaina
Un hombre lleva de la mano a un niño que se desespera por llegar lo más cerca posible a la valla. Tiene alrededor de 8 años y la mirada llena de fascinación. Tres niñas graban un tiktok en uno de los laterales mientras enseñan sus pulseras de ingreso. No lo saben, pero de fondo suena “In da club”, uno de los temas más icónicos de 50 cent, allá a principios de los 2000.
Un adolescente mira desde lejos la escena, lleva puesta una remera de Tupac y unos grandes pantalones deportivos. Arriba, en el lateral derecho, unas jóvenes se reparten unas botellas de coca cola. Justo debajo, un grupo de niños sostiene unos carteles ante la mirada atenta de un adulto. Y delante de la valla, a metros del escenario, se encuentra sentado “el negro” Rada.
Han pasado 5 minutos de las 21 horas y comienza a escucharse el grito desesperado: “Trueno, Trueno”.
Las referencias son inevitables. Una gran mayoría de los presentes aún no había nacido cuando T-Nutty lanzó “Whoopty Wop”, o Mobb Deep “Shook Ones”. Tampoco había nacido cuando Sean Paul estrenó “I’m Still In Love With You”, y sin embargo, lo que verán a continuación está profundamente influenciado por la cultura que predominó el hip-hop de esa época.
Desde que Trueno presentó su disco anterior “Bien o Mal” en Montevideo, han pasado tan solo dos años. Sin embargo, el camino recorrido es inmenso. Hay una evolución tanto en su música como en su identidad, sin perder el hilo conductor que lo ha caracterizado: la lealtad a sus raíces. Si antes pedía agite descontrolado y se tiraba desde el escenario de cabeza al público, ahora pide cuidado por los más pequeños, respeto por el de al lado y pogo enérgico, pero seguro.
Acompañado de una banda que fue soporte fundamental para un show de la calidad que brindó, Trueno apareció encima de la tarima y la sentencia fue firme: “desde el barrio de la boca para el mundo entero”.
Tiene un aire a Jean Paul, la influencia es innegable. Las trenzas ajustadas coronadas con una vincha negra, los movimientos funkies, la mueca de lado izquierdo en su rostro mientras gira la cabeza al lado opuesto. Fue el combo perfecto en una esquina de Buenos Aires, pero con los ecos de Nueva York resonando en cada beat. Un guiño al barrio que lo vio crecer y al mundo que ahora lo escucha.
Se movía como si estuviera flotando, saltó enérgicamente y enganchó un tema con otro de una manera tan orgánica como si estuviera narrando su propia vida en un flujo continuo de rimas.
Y en un destello, mostró al Mateo detrás del Trueno, cuando se sentó en la tarima a interpretar “Rain III”. “Me fui del barrio antes de cumplir 20, pero sigo siendo el pibe que no perdió ni el hambre ni las ganas”, canta. Como quien vuelve al punto de partida, pero con la mochila llena de kilómetros, Trueno sigue subiendo, pero nunca olvida quién es ni de dónde viene.
Brindó un espectáculo pulido y de gran producción, a la altura de grandes shows internacionales.
También se tomó tiempo para interactuar con la gente, poner énfasis en el respeto, en que no se olvida de dónde viene y en cuanto siente que los pueblos son hermanos. Por supuesto que al hablar de sus orígenes recordó el género que lo vio nacer, las rimas en las esquinas de su barrio y sus días de batallas.
En un breve Freestyle lo nombró a Rada, al candombe y a su sangre uruguaya. No dejó nada afuera y sus últimas frases se perdieron entre los gritos de la gente. Más tarde lo retomó en “Como antes”, una canción que, hacia el final, ofrece un guiño sutil al espíritu carnavalero de la murga, trayendo ecos de las calles donde Trueno dio sus primeros pasos.
Pasó desde el funky que evoca el espíritu de las bolas de espejos de los años 70 en “Oh Baby”, hasta los sonidos del house de los 90 en “Cuando el bajo suena”.
Se sacó la remera y bajó del escenario para cantarle de cerca a quienes estaban contra la valla, y se puso la celeste, para terminar con “Dance Crip”, envuelto en la bandera uruguaya que minutos atrás le habían tirado al escenario.
Trueno, después de recorrer Iberoamérica y las míticas calles de Nueva York que vieron nacer el hip-hop, sigue mirando el mundo a través de los ojos del joven que salió de su rincón en Buenos Aires.