Marc Anthony durante su “Historia Tour” en el Antel Arena | Foto: María Noel Robaina
Con más de 30 años de trayectoria, el rey de la salsa demostró por qué sigue siendo una de las figuras más influyentes de la música latina.
Marc Anthony se ha consolidado como un icono global, pero sus raíces en América Latina son particularmente profundas. Montevideo, ciudad que lo recibió por primera vez hace treinta años, es uno de esos lugares especiales en su carrera. Desde su debut en 1994 en tierras uruguayas, Anthony ha regresado múltiples veces, pero esta ocasión tenía algo especial. Con su gira “Historia”, el cantante ha estado recorriendo Latinoamérica y Europa, rememorando sus mayores éxitos, y Uruguay no podía faltar en la lista.
El Antel Arena, con su capacidad completa habilitada, fue el epicentro de una noche que celebró la salsa y la profunda conexión entre el artista y su público. Anthony no tardó en recordar el significado que Montevideo tiene para él, mencionando en sus primeras palabras que “aquí es donde todo comenzó”. Aquella frase resonó entre las más de 10,000 personas que esperaban ansiosas ver de nuevo al artista en acción, sabiendo que estaban ante algo histórico.
Desde que las luces se apagaron y comenzó a sonar la primera nota, la atmósfera del Antel Arena se cargó de una energía que se mantuvo a lo largo de las casi dos horas de espectáculo. El escenario, dispuesto en un formato de 360 grados, permitía al público ver a Marc Anthony desde todos los ángulos, dándole una proximidad inusual para un artista de su calibre.
Con una banda impecable, formada por 16 músicos, el concierto fue una clase magistral de salsa. Desde los vientos hasta las percusiones, cada sección brillaba en su momento, complementando la poderosa voz de Marc Anthony. La selección de canciones fue perfecta: baladas icónicas como “Y cómo es él” y “Abrázame muy fuerte” se entrelazaban con éxitos de salsa como “Valió la pena” y “Vivir mi vida”, generando un contraste entre la nostalgia y la euforia.
Ataviado con su habitual elegancia, que incluía un saco y una camiseta de East Harlem, el artista neoyorquino hizo que cada movimiento pareciera fácil, casi sin esfuerzo, mientras su voz llenaba cada rincón del estadio. Fue una noche de grandes éxitos y una actuación meticulosa, propia de un profesional que disfruta cada segundo sobre las tablas
Lo que hace especial a Marc Anthony no es solo su capacidad vocal —una de las más imponentes de la música latina—, sino también su habilidad para interpretar y transmitir emociones. Cada canción que interpreta parece tener un peso emocional particular, como si estuviera viviendo la historia que cuenta. Durante el concierto, esto quedó claro en varios momentos, especialmente cuando interpretó las baladas, donde cada palabra parecía cargada de una intensidad que calaba hondo en el público.
A lo largo de la noche, Anthony mostró una soltura sorprendente sobre el escenario, recorriendo las pasarelas como si estuviera en su casa. En cada movimiento transmitía esa sensación de dominio absoluto, fruto de décadas de experiencia, pero también de una pasión que sigue viva. El cantante no estaba allí solo para cumplir con un compromiso, sino para disfrutar junto a su público, algo que quedó patente en los intercambios que tuvo con los presentes, desde sonrisas cómplices hasta gritos de “¡La salsa se baila, carajo!” dirigidos a los sectores más altos del estadio.
En medio de toda la energía del espectáculo, el cantante alzó una bandera aurinegra, un gesto que hizo estallar de júbilo a los hinchas presentes. En un país donde el fútbol es casi una religión, este detalle no pasó desapercibido y pronto se viralizó en redes sociales.
Entre los asistentes se encontraban figuras como Gastón Ramírez, jugador del club, y Diego “Ruso” Pérez, exfutbolista de la selección nacional, quienes disfrutaron del show como dos fanáticos más.
Pocas veces un artista logra mantener una conexión tan cercana con su público después de tantos años, y Anthony demostró que su popularidad no ha disminuido ni un poco. Al contrario, sigue siendo un ícono que, con su voz y su presencia escénica, es capaz de llenar estadios y generar noches inolvidables.