Lou Reed y el Concierto Fallido que Cambió la Historia del Rock Español

Lou Reed

El cantautor estadounidense Lou Reed actuando en el Hammersmith Odeon, el 25 de marzo de 1975. El concierto forma parte de la gira mundial de Reed para promocionar el álbum ‘Rock ‘n’ Roll Animal’ | Foto de Michael Putland/Getty Images

El rock and roll tiene sus momentos míticos, aquellos que trascienden la música para convertirse en leyenda urbana. El 20 de junio de 1980, Madrid vivió uno de esos episodios, aunque por razones que nadie hubiera deseado. Lou Reed, el poeta maldito del rock neoyorquino, protagonizó lo que se convertiría en uno de los episodios más infames de la historia musical española: el concierto que nunca fue en el Campo del Moscardó.

La España de 1980 atravesaba una transformación radical. La movida madrileña comenzaba a despertar, y la capital española ansiaba desesperadamente conectarse con las corrientes musicales internacionales que fluían libremente por Europa. En este contexto, la llegada de Lou Reed representaba un símbolo de la modernidad que Madrid perseguía con ahínco.

La elección del Campo del Moscardó como venue resultaba peculiar. En una época donde los grandes nombres del rock internacional llenaban el Palacio de los Deportes o el estadio Vicente Calderón, Reed fue programado en un espacio menos convencional. Quizás esta decisión presagiaba ya el caos que estaba por desatarse, como una premonición inscrita en el concreto de aquel recinto improvisado.

Los fans de Reed, conocedores de su obra con The Velvet Underground y su carrera en solitario, se habían congregado desde temprano, formando una masa expectante bajo el calor sofocante de junio. La tarde madrileña, sin embargo, tenía otros planes. Un monumental atasco en la M-30 – esa arteria urbana que tantas veces ha sido testigo de la frustración ciudadana – retrasó la llegada del artista por más de una hora.

Cuando Reed finalmente apareció en el escenario, el estado en que se presentó revelaba los excesos que definían su personalidad en aquella época. Los años 80 encontraron al músico en medio de una batalla personal contra sus adicciones, y aquella noche en Madrid no fue la excepción. El público, que había soportado estoicamente la espera bajo el calor, recibió a un Reed visiblemente afectado, apenas capaz de mantener la compostura sobre el escenario.

Lo que sucedió después se desarrolló con la velocidad de un riff de guitarra distorsionada. Antes de que Reed pudiera completar su primera canción, un proyectil lanzado desde el público – la historia nunca ha precisado exactamente qué era – provocó su salida inmediata del escenario. La reacción del artista, lejos de intentar calmar los ánimos, fue definitiva: simplemente se marchó, dejando tras de sí un vacío que pronto se llenaría de caos.

La respuesta del público fue apocalíptica. Como una olla a presión que finalmente estalla, la multitud se lanzó hacia el escenario en una oleada de frustración desatada. Los instrumentos se convirtieron en trofeos de guerra, el equipo de sonido en combustible para una hoguera improvisada. El Campo del Moscardó se transformó en el escenario de una revolución musical involuntaria, donde las llamas devoraron no solo el equipo técnico, sino también las esperanzas de Madrid de consolidarse como una parada obligatoria en el circuito internacional del rock.

Las consecuencias de aquella noche se extendieron mucho más allá del humo y los destrozos. Durante los dos años siguientes, Madrid se convirtió en una ciudad vetada para las grandes figuras internacionales. El incidente del Moscardó había sembrado el miedo entre promotores y artistas, creando un vacío cultural que paradójicamente contribuiría al florecimiento de la escena local. La movida madrileña, quizás, encontró en este páramo musical impuesto el terreno fértil para su explosión creativa.

La historia del concierto fallido de Lou Reed se ha convertido en un relato que oscila entre la realidad documentada y el mito urbano. Como todo buen mito rock, los detalles se han ido distorsionando con el paso del tiempo, amplificados por la memoria colectiva y el natural instinto de dramatización que acompaña a las grandes catástrofes culturales.

Aquella noche de junio, Madrid vivió un momento definitorio en su historia cultural, un punto de inflexión que, para bien o para mal, ayudó a moldear el futuro de la música en vivo en España. El concierto que nunca fue de Lou Reed se convirtió, irónicamente, en uno de los más memorables de la historia del rock español, no por la música que se tocó, sino por la que nunca llegamos a escuchar.