Abel Pintos es un artista versátil, que ha transitado mucho terreno desde que lo conociéramos allá a fines de los ’90, cantando chacareras en el Festival Cosquín, donde era apenas un adolescente.
De aquel niño cantor al que se le agolpaban las raíces en la garganta, a este hombre que hoy se abre para dar y recibir todo el amor, desde un lugar en el que se sincera consigo mismo; han pasado cumbias, canciones de tinte más pop-rock, sintetizadores, melódicos y hasta clásicos del rock argentino.
En sus dos noches en el Antel Arena, además de presentar su último disco ‘El amor en mi vida’, Abel ha hecho un repaso por aquellas canciones más significativas de su carrera musical.
En sus propias palabras, un show para entender qué cosas de su vida, de sus emociones y de lo que ha vivido, está contando a través de esas canciones.
Siempre aquí te espero
Luego de una previa de buen folklore y recibimiento a cargo de la sanducera Catherine Vergnes, a las 21:08, las luces del Antel Arena bajan y como si por arte de magia se tratara, aparece Abel Pintos en el centro del escenario. Un aplauso unísono se extiende por todo el recinto, y Abel, vestido de traje azul marino, permanece inmóvil, mientras se lleva la mano a la boca y se le achinan los ojos; y sonríe tímidamente, manifestando la sonrisa en la comisura.
‘Aquí te espero’ (de su disco Abel, del año 2013) fue la canción escogida para la apertura de su segunda noche en el Antel Arena, en compañía su guitarra.
Una canción que habla de la aceptación de los deseos, personas, situaciones y emociones para poder transitar por momentos de dificultad y convivir con los demás.
Porque como reza la canción, nada está perdido si nos tratamos bien, damos cabida a la aceptación y aprendemos de nuestros errores.
Otra noche más en Montevideo, otra noche a sala llena, otra noche sí, pero no la misma. Y eso es algo que Abel se encargó de aclarar en los cinco minutos que se tomó para dirigirse al público. Cada noche por las que ha transitado a lo largo de su gira, y de su carrera, es especial.
Y en cada una de ellas, con entradas agotadas, lo esperaron para disfrutarlo en vivo; algunos por el mero hecho de escucharlo, otros, porque con su música reviven momentos y personas que no quieren dejar atrás, y otros también porque sus canciones han sido un pilar fundamental del que aferrarse en momentos donde la vida golpea duro.
Sobre la segunda fila se eleva un cartel en el que se puede leer: “Abel: Motivos me ayudó a levantarme de una silla de ruedas y vivir. Gracias. Cecilia”.
Son muchos los que, en momentos en los que la salida de una situación parece no encontrarse, se aferran a la música y a lo que ella remueve para tomar impulso. Y las canciones de Abel también parecen tener ese efecto sanador; de aceptación y transformación, de introspección, de identificar los miedos y soltar. Que es justamente de lo que va este último disco ‘El amor en mi vida’, una suerte de resumen de los dolores, temores, rencores, alegrías y metamorfosis por las que ha atravesado su autor, y quiere dejar reflejadas por medio de su voz.
También de su disco ‘Abel’ (2013), el que más recorrió a lo largo de la noche (además de su recién lanzado el amor en mi vida), le siguió ‘Yo ya estuve aquí’.
Con un recinto lleno, cantando al unísono, Abel se balancea de lado a lado, extiende sus manos para recibir el calor del gran coro que tiene delante, y en un movimiento envolvente se lleva las manos al pecho y las vuelve a extender. Una fotografía de lo que significaría su presentación esa noche. La reciprocidad del amor manifestado a través de la música.
Luego de un tímido agradecimiento, y de tomarse el tiempo suficiente para acordonar sus zapatos, en el absoluto silencio de un público que esperaba, pacientemente el próximo tema; con un cabeceo le indica a sus músicos que está preparado para la siguiente: la desgarradora ‘Oncemil’. En la que la nota sostenida por doce segundos casi sobre el final, produce una de las ovaciones más poderosas de toda la noche.
Abel gesticula y mueve sus manos como si la voz saliera de la punta de sus dedos, y la gente responde encendiendo las linternas de sus celulares.
Luego vino ‘Pájaro cantor’ y tras ella, las primeras palabras para dirigirse al público.
“Muy buenas noches, muchas gracias Montevideo. Segunda noche en esta sala… no hay mucho más que decir, que la enorme emoción de cumplir un sueño más en casi 30 años de música. Gracias por regalarnos eso”.
Su voz pausada, el tono calmo, la cercanía de sus palabras. Tiene un semblante que refleja paz y cariño; en el modo de andar, en la manera en que mueve sus manos al expresarse. Se toma cinco minutos para extenderse en lo que ha significado su recorrido por Uruguay.
Abel viene de recorrer el interior del país, en una gira que comenzó en Punta del Este y terminará en el día de mañana en Durazno, donde ha variado el repertorio considerablemente.
El reencuentro con el público Uruguayo se da luego de casi dos años de incertidumbres en el mundo del espectáculo, de una distancia obligada y dolorosa. La vuelta al contacto directo entre el artista y el público hacen que estos encuentros que ya son de por sí especiales, se tornen aún más especiales.
“Vamos a hacer un concierto con muchas canciones, vamos a estar un buen rato tocando con ustedes. Esperamos se sientan cómodos y que estén a gusto en este recorrido y en esta sala, y que sean ojalá tan felices cuando todo esto termine, como nosotros somos tan felices de estar acá haciendo música con ustedes y para ustedes”.
El amor en mi vida
Quizá sea este su trabajo discográfico más íntimo y personal, un trabajo introspectivo que lo lleva a transitar por todas las emociones que ha atravesado en el último tiempo, especialmente desde que fue padre por segunda vez hace dos años; pero también por toda su vida. Porque inevitablemente el mirar hacia adentro requiere una revisión de todo lo transitado.
De este último disco, anoche le siguieron ‘El amor en mi vida’, ‘Espejo’, ‘De mi contigo’, ‘Tiene tu amor’ y ‘Disparos’.
Abel recorre el escenario de lado a lado, una y otra vez, con la mano en el bolsillo, como evocando algún que otro recuerdo. Se le erizan los vellos de los brazos, y no precisamente por el frío. La calidez del recinto, sumada a la noche templada, hicieron que los abrigos pasen a vestir el respaldo de las butacas.
Termina de cantar y se queda parado en el centro del escenario, mientras con la mirada recorre el espacio, con gratitud y sorpresa.
Abel Pintos, que viene de agotar doce Movistar Arena en Buenos Aires, de realizar una intensa gira por el país, también con localidades agotadas; el mismo que se presentará nada más y nada menos que treinta noches en el Ópera de Buenos Aires en los meses de mayo, junio y julio. Ese Abel es el que anoche recibía los aplausos y el cariño de la gente como si fuera la primera vez, con los ojos brillantes, cubriéndose la boca con la mano, o llevándola a la cabeza, como quién no cree lo que está generando, como si no estuviese aún acostumbrado a tanto cariño. Ese es el Abel que se presenta cercano, que abraza y se deja abrazar, y al que el público responde, diciendo presente con sus aplausos y sus silencios, coreando todos y cada uno de sus temas.
Sobre el costado derecho una luz blanca ilumina a Marcelo Predacino, que junto a Abel, protagonizan ‘La Llave’, quinto track del disco que lleva el mismo nombre. Generando uno de los momentos más emotivos, donde el Antel Arena se vio completamente iluminado por las luces de los celulares, que se mecían al compás de la canción.
‘Sin principio ni final’, es otro de los temas más movilizadores emocionalmente, y por el que se derramó más de una lágrima que parecía no tener principio ni final.
Más al fondo, una pareja llora desconsoladamente, mientras cantan mirando una fotografía. Él la abraza a ella por detrás, ella se lleva el móvil al pecho y se produce un momento tan especial, que contagia a varios a su alrededor, que lo perciben y en silencio, dejan caer una lágrima. Es un momento tan íntimo y especial que están viviendo, que cualquier suposición sería una imprudencia.
Mientras tanto, en el escenario, Abel alza sus brazos y canta más allá de las inmediaciones del recinto, como queriendo que su voz llegue a quienes aún no lo han escuchado.
Continuó en la misma sintonía con ‘Tanto amor’ y ‘Cien años’.
Suave y elegante
La noche transcurría entre aplausos y algunos gritos aislados, contenidos. Un público que permanecía sentado ante un que otro llamado de atención por parte del Staff, recordando la correcta colocación del tapabocas.
Hemos aprendido a cantar con la mirada y a sonreír con la comisura de los ojos, a bailar en el lugar y a hacer pogo con los brazos; no obstante, la necesidad de volver a la libertad de los cuerpos que se encuentran y las canciones que se corean libres a todo pulmón, siempre está latente.
Tan solo dos años han transcurrido desde que las nuevas medidas sanitarias se implementaran y pareciera que tanto ha sucedido, que aquellos días sin cubrebocas en espacios cerrados, son un recuerdo lejano.
Pero eso no impide que los shows se disfruten de igual manera, o más aún, porque luego de tanto tiempo privados de espectáculos en vivo, éstos se valoran y aprecian con mayor intensidad.
Y la siguiente canción, bien puede ser un reflejo de lo anteriormente mencionado. También de su disco ‘La llave’: ‘Todo está en vos’.
Abel se quita el chaleco, mientras Marcelo parece dejarse el alma en un solo de guitarra. Suenan ‘Tiempo’ y luego ‘Aventura’. Un hombre, en mitad del público se para de su butaca y comienza a bailar en el lugar. De a ratos iluminado, de a ratos a oscuras, continúa inmerso en su mundo. Abel canta y él baila, hasta que una mano un poco nerviosa, le tira de la remera indicando que se siente. Y éste, luego de dar una mirada hacia atrás, vuelve a la butaca, con un gesto de sorpresa, al darse cuenta de que era el único de pie en el lugar. Una de las perlitas de la noche.
Los temas moviditos se veían venir, y Abel, que es hábil moviendo la cadera, lo adelanta con los primeros pasos en ‘Aventura’. Luego vino ‘Hechizo’, donde se lució el acordeón.
Con su característico pasito de baile, se mueve hacia atrás y hacia adelante, levanta el mentón y mueve la cadera de lado a lado en ‘Camina (Suave y elegante)’.
Para ese momento el público (que ya se había tardado) se para a bailar. Como si de algo implícito se tratara, la contención de la noche da rienda suelta al movimiento en el lugar, sobre el final, una suerte de cotillón de la fiesta. Momento que duró hasta que terminó ‘Y la hice llorar’, el tema de los Ángeles Azules, versionado a dueto con Abel.
Luego, ya en las butacas, Abel aprovechó para pedir un aplauso para todo su equipo, aquellos que están sobre el escenario, pero también a los que están detrás, que no se ven y que hacen que una noche como la de anoche sea posible.
“Que sea hasta la próxima y que esa próxima sea pronto”, sentenció. Y seguidamente cantó ‘Motivos’ y su versión de la hermosa ‘Bailando con tu sombra’.
“Han sido muy amables y muy generosos con sus aplausos y con sus silencios que para nosotros son tan importantes.” – fueron las palabras escogidas para despedirse.
Finalizando, y como no podía ser de otra manera, con ‘A-Dios’ y ‘De solo vivir’. Con un aplauso que se prolongó durante varios minutos, mientras Abel y su banda se despedían, entre besos y abrazos, una ovación de pie, y un buen sabor de boca, que deja un regreso latente.