A principio de 2001 de la mano del productor y fan de Soda, Germán Sáez le propone a Gustavo Cerati la realización de un concierto sinfónico. Algo que por aquellos años ya habían experimentado artistas como Björk, Paul Mc Cartney o Metallica, y que más adelante fue utilizado por artistas de diversa índole.
El recurso de editar discos o regrabar canciones acompañado de una orquesta sinfónica suele ser un juego peligroso. La simbiosis entre los músicos de la banda y el director y los arreglos que se le hagan a cada tema deben ser muy precisos. Aún hoy, en ciertos círculos de seguidores de rock la música clásica o las orquestas sinfónicas son vistas como algo aburrido. O que pueden generar poco interés. Nada más alejado de la realidad, por supuesto.
Gustavo Cerati fue un artista excelente, un compositor con muchas ideas al servicio de la calidad sonora. Obviamente no descubrimos nada afirmando esto, pero en el contexto de un concierto acompañado de una orquesta sinfónica, esto adquiere otra dimensión. Las herramientas sonoras y las mezclas de instrumentos se enriquecen a las canciones. Claramente que la intervención en los arreglos del director Alejandro Terán, terminan creando una estupenda obra de arte para los sentidos. Calificado como uno de los conciertos más emocionantes de Gustavo Cerati.Cerati y el director de orquesta Alejandro Terán realizan un concierto épico y emocionante. Unos pocos meses después editan y lanzan lo que sería unos de los trabajos de mejor calidad del músico.
Teatro Avenida, Buenos Aires, 6 de agosto de 2001
Un recinto repleto de fans de la trayectoria de Soda Stereo y Cerati aguardaban ansiosos y tal vez con incertidumbre el comienzo del show. La Orquesta Sinfónica Nacional afinaba los instrumentos. Son esos sonidos, esos momentos previos al despliegue, a la tormenta de notas musicales, que formaran parte del espectáculo. Por supuesto el primero en pisar el escenario fue el director. Algunos aplausos emergen para recibirlo. Se para en su pedestal, listo para el viaje.
Una mirada sonriente y cómplice del director hacia un costado y ahí entra Gustavo, ataviado en una especie de sobretodo, con enormes botones prendidos hasta arriba. Y largo, como si de un vestido se tratara. Gustavo Cerati parece el Principito.
Comienza una introducción donde los timbales suenan en un in crescendo, que genera ese clima que indica que algo grande se aproxima.
El primer tema en ser ejecutado es ‘Canción Animal’. Cerati camina por el pequeño escenario, con las manos en los bolsillos de su traje de Principito. Como nervioso o ansioso mira un par de veces tímidamente hacia la platea mientras la sinfónica se prepara. Los primeros acordes suenan como si se tratara de un sonido fantasmal. El theremin se roba la noche. Es el sonido por excelencia que crea todo ese ambiente fantasmagórico que tiene el concierto. Los violoncelos y los contrabajos tocan notas graves, los arcos de los violines se deslizan sobre las cuerdas, el oboe es un fantasma que deambula entre los músicos, los vientos suenan y son ellos el preámbulo de las primeras estrofas de la canción.
“Hipnotismo de un flagelo, dulce, tan dulce…” canta Gustavo y las notas de un contrabajo le ayudan a dar ese aspecto oscuro a la canción. Él canta dulcemente, entrecierra los ojos y se va en espíritu. Como si no estuviera ahí, como si viajara su cuerpo de nota en nota por todo el teatro que admira en silencio el comienzo mágico del espectáculo.
La grandilocuencia del primer tema es todo lo que está bien para empezar el viaje sonoro de la noche.
Una oleada de silbidos y aplausos inunda el lugar en señal de aprobación. Y mientras ese primer reconocimiento dura, Gustavo da unos pasos hacia adelante y agradece con un casi imperceptible gesto y una sonrisa que apenas se asoma. Sin mediar palabras arranca la orquesta y da comienzo al segundo tema ‘Bocanada’.
Esta vez la canción transcurre sin tantos arreglos. Es bastante más sencilla y tiene más puntos de contacto con la versión original. El artista deja sobre las notas toda su calidad vocal.
‘Corazón Delator’ es cantada con el alma, es la tercera canción de la noche. Y es, según muchos de sus seguidores la más exquisita de ese disco. Es innegable, es imposible separar esta versión y esa sensación de “tema de la noche”. ‘Corazón Delator’ de por sí es una de las mejores y más completa composición de la trayectoria de Gustavo Cerati, tanto como parte de Soda o como parte de su carrera solista.
‘El Rito’ donde los vientos y los violoncelos toman protagonismo. El sonido de la tuba da el epílogo perfecto para la interpretación de la canción. Ovación de aplausos.
‘A Merced’ es instrumental, excelente, una interpretación de la Orquesta Sinfónica Nacional que te deja con ganas de oír más. Gustavo contempla el instrumental sentado desde un costado, extasiado por su propia música.
‘Raíz’ empieza con los sonidos de las maderas de la orquesta. Tiene ese aire autóctono, americanista.
Le sigue ‘Sweet Sahumerio’. Las notas de un sitar hechizan a la audiencia, mientras el xilófono le hace de apoyo al instrumento hindú. Un clima de tierras lejanas y aromas inciensos se apodera de todo el teatro. Uno de los temas menos difundidos de Soda Stereo. Cuenta la leyenda que alguna vez en algún recital y sin nombrarla, Cerati le dedica la canción a una exitosísima cantante colombiana.
‘Verbo Carne’ es una oda a la calidad vocal y musical. Tocada originalmente con la Orquesta de Londres. Es suave. Es una onda musical apacible y fina.
El clásico de clásicos ‘Persiana Americana’ es cantado casi como un susurro, y solo lo acompañan algunos instrumentos de cuerda. La delicadeza con la que Gustavo entona ‘Persiana Americana’ hacen de este tema uno de los puntos altos de la noche. La versión está alejada de su original, que tiene otro tempo. Pero no por ello deja de ser una excelente versión. Y así los demuestran los aplausos al final.
“No vuelvas, no vuelvas sin razón. No vuelvas, yo estaré a un millón de años luz…” otro clásico del rock argentino. ‘Un Millón de Años Luz’ es la penúltima interpretación. La antesala del final.
En ‘Signos’, la última canción, el theremin tocado por Sebastián Schachtel (músico de La Portuaria y Las Pelotas) se destaca aún más, tomando ese protagonismo y ambientando la escena final de una canción que nació siendo un éxito.
La instrumentación está todo el tiempo preparándose para el final. Suenan durante casi todo el tiempo los in crescendo que, como siempre son anuncios de algo. Esta vez, son el anuncio del final de un concierto épico y emocionante.
La magia se termina cuando los instrumentos callan, cuando Gustavo Cerati agradece, y de a poco la gente abandona la sala dejando en ella la energía de un show inolvidable, único e irrepetible.
Una de esas joyas que el artista nacido en Argentina dejó al arte latinoamericano.