El cantautor colombiano vuelve a Buenos Aires para celebrar su primera década de carrera en el Teatro Ópera. Entre anécdotas de amores migajeros, la relación con el mate y la promesa de un cuarto álbum, Medrano reafirma que la música sigue siendo su motor vital.
El calor de Buenos Aires lo recibió entre paseos por Puerto Madero, fotos en la Casa Rosada y largas caminatas que terminaron, inevitablemente, con un mate en la mano. Manuel Medrano, el cantautor colombiano que irrumpió hace diez años con su voz profunda y sus letras románticas, está de regreso en Argentina para presentarse en el Teatro Ópera, un escenario que considera “un sueño” dentro de su gira por sus primeros diez años de carrera.
“Muy feliz de volver a Argentina, es un país que amo, que me ha inspirado mucho a través del arte durante toda mi vida”, cuenta con entusiasmo. No es casual: su relación con el público argentino ha sido cercana desde sus primeras visitas, y esta vez la cita es especial. “Presentarnos en el Ópera es un sueño porque yo sé que es una sala emblemática de la música acá en Buenos Aires”, asegura.
El artista reconoce que la industria no siempre es sencilla. “El mundo del entretenimiento es un lugar extraño, donde no te voy a negar que siempre me he sentido muy extraño”, confiesa. Sin embargo, la música lo sostiene: “La música es algo que me da vida… cuando recibes tanto cariño de las personas a través de tus canciones es impresionante, como que te recarga de energía”.
Con una década de trayectoria a cuestas, Medrano dice haber aprendido a ser resiliente y a conectar con lo que realmente lo llena: “Hoy en día espero poder seguir disfrutando de la música el resto de mi vida, quizás no de las mismas formas, pero es un mundo muy grande que se puede vivir de muchas maneras”.
Nuevo álbum y canciones para volver
La gira viene acompañada de una primicia: su cuarto disco ya está en camino. “Este cuarto álbum llega en un momento muy importante de mi carrera porque conmemora de una manera muy especial estos primeros diez años y al mismo tiempo le abre las puertas a tantos sueños que tenemos de ahora en adelante”, adelanta.
Algunas de las canciones ya se conocieron: Mariposas en el pecho y Mucho más que ayer. Sobre esta última, la crítica local la bautizó como “migajera”, un término argentino que describe el ir tras un amor que no devuelve todo lo que uno da. Medrano se ríe: “Yo hago música para eso, para que la gente se enamore, se vuelva a enamorar y vuelva con la ex. Ese es como mi trabajo, mi rol”.
Pero aclara que esa etapa ya quedó atrás en su vida personal: “Hoy Manuel Medrano no es migajero, para nada. Ahora tengo un control con un botón rojo que dice next”. Entre risas, reconoce que alguna vez fue capaz de “comprar tickets a otros países, escribir canciones, mandar flores y chocolates” para reconquistar a alguien. Hoy, en cambio, prefiere marcar límites claros.
Parte del encanto de cada visita a Argentina es el choque cultural que lo divierte y lo inspira. “Cada que vengo me gusta más el mate”, dice, explicando cómo fue descubriendo la variedad de yerbas, los “yuyitos” y hasta versiones con miel. También se presta al juego de aprender lunfardo: ya entiende que “salir de joda” es ir de fiesta, que un “garrón” es algo malo y que estar “manija” es esperar ansioso un show.
Manuel Medrano deja claro que su brújula sigue apuntando a la música. “Bienvenido cuarto álbum”, dice con una sonrisa cómplice. Y promete que en unas semanas el nuevo material estará disponible para que sus seguidores lo disfruten. Diez años después de aquel debut, Medrano no piensa detenerse: su historia recién comienza, y Buenos Aires es un capítulo clave en esa trama que mezcla romanticismo, humor y canciones que, migajeras o no, invitan a volver.