Diego es compositor, músico y cantante. Integró la banda de ska y rock Cuatro Pesos de Propina, con la cual llegó a ser parte de la escena del rock uruguayo.
El músico es nacido en argentina y llega al Uruguay en 1998 para ver carnaval. Por aquellos años la murga Contrafarsa era el grupo carnavalero más importante de Montevideo. Rossberg los vio y su cabeza explotó. Incluso llegó a participar del carnaval uruguayo o más bien montevideano. Inmediatamente, llamó a su familia bonaerense y les dijo “Me voy a quedar por acá un tiempo”. Ese tiempo ha sido el resto de sus días, al menos hasta el momento.
En el año 2000 se une a otros músicos conocidos suyos y forman la banda. Las composiciones fueron naciendo, creciendo, metiéndose en la cultura colectiva under. Luego llegaron a las radios. Para esa época, la magia ya estaba hecha.
La banda tiene sin dudas varios hits, pero el éxito mayor ha sido ‘Mi Revolución’, canción llamada a ser unos de los himnos de la música uruguaya. También podemos nombrar ‘Glu, Glu, Glu’, canción amada por el público infantil.
El comienzo de su carrera solista
Un 4 de enero del año 2017 se anuncia el alejamiento del músico de la banda Cuatro Pesos.
Si bien el camino espiritual ya se venía gestando desde 2009, ese sería el comienzo de su viaje solista. Pero no solo un viaje musical, convirtió ese alejamiento en una transformación espiritual, un cambio, una revolución que nació desde lo más profundo de su alma.
Sus letras son la cabal muestra de un autodescubrimiento, que indefectiblemente lleva al conocimiento de los demás, de los comportamientos, a la comprensión del otro, a la empatía.
Como solista grabó su primer disco en 2018 y lo bautizó con el nombre ‘Solo es un juego’, compuesto principalmente por canciones hechas años antes. Ese álbum comienza con la canción ‘Sobre el Puente’:
“No sé callar a tiempo, no sé hacer silencio, yo no sé dejar de pensar.
No vi lo que tenía, perdí lo que ofrecía, para mí la inmensidad.”
Un comienzo profundo y transparente. Diego y su guitarra. Diego y su poesía. Once canciones inéditas que recorren el rock y el sonido pop.
Para 2019 larga su segundo trabajo discográfico ‘Eres el Fuego’, compuesto por 8 temas. Si bien en este disco la gama de géneros musicales se amplía, hay un hilo que lo une. Ese hilo es la lírica que de alguna forma desnuda al artista ante la vista (o el oído) del público que lo sigue. ¿Pero puede un artista desnudar su corazón ante sus seguidores? ¿No son estos parte de su vida? Y si lo son, simplemente son parte de la vida del artista, cualquiera sea este. Se abre el pecho ante ellos, porque ellos, sus seguidores, son el alma del artista.
Rossberg también ha escrito libros. El primero, y que ha sido reeditado, es ‘Glu, Glu y Mi Revolución’, dos de los temas más conocidos sirven como un nexo entre las ilustraciones de Constanza Fierro y letras del músico para unir bajo una misma idea a niños, jóvenes, adultos y adultos mayores.
El segundo libro es ‘Canciones contadas, canciones liberadas’, con la temática de 60 canciones con sus letras, acordes, apuntes y notas sobre cada una de ellas. Es como sumergirse en el mundo creativo del compositor argentino-uruguayo.
El show
Minutos antes de las 20 horas del sábado, sobre el proscenio del Teatro del Centro Artesano, algunos niños correteaban entre risas y abrazos. La escena fue el presagio de un espectáculo hermoso, familiar, lleno de energía que sobrevoló todo el tiempo por encima del antiguo teatro.
Las luces se apagaron y en medio de aplausos surgió la figura tan pintoresca de Diego. Él y su guitarra acústica, la misma que lleva un pegotin del símbolo del mantra Om, que a su vez significa el camino espiritual que el artista viene recorriendo desde hace algunos años.
Tan buena energía hubo que varias veces el músico se dirigió a su madre, presente en la sala, a la cual le dejó un hermoso mensaje: “Te elegí para crecer dentro de tu vientre y no me arrepiento”.
También le dedicó una canción a su padre, un tema de Los Redonditos de Ricota. Y hubo espacio también para dedicarle una canción a su hermano menor, a su esposa y a sus hijos.
El clima no podía ser mejor, entre canción y canción, el carisma de Diego Rossberg sacó a relucir la química que tiene con su público. Hizo bromas, contó anécdotas de cómo se crearon algunas canciones, y cantó, feliz y exultante, festivo y gozoso. Cuando eso ocurre, todos los asistentes se sienten igual. La buena onda y energía se retroalimentan. Pasa por cada uno de los presentes hacia el músico y él le devuelve esa misma energía más cargada aún, en un ciclo que duró todo el tiempo que Rossberg estuvo sobre las tablas.
Después de algunas canciones llenas de sentimientos profundos y espirituales, contó que cierta vez en un taller del TUMP (Taller uruguayo de música popular) que era dictado por Fernando Cabrera, como ejercicio, debían crear una décima (estilo musical que consta de una estrofa de diez versos octosílabos). Para la ocasión se usó ‘Milonga para una niña’ del gran Alfredo Zitarrosa. A Diego le pareció una gran idea utilizar ese ejercicio para interactuar con el público. Y así fue.
Entre los asistentes se tiraban frases y se iba armando esa décima. El proceso que duró unos minutos, generó aportes y risas. Incluso aclaraciones sobre dónde está ubicado el teatro, si es parte de Montevideo o no. Ese ida y vuelta produjo un ambiente mágico.
Mostró sus libros, habló sobre ellos. Contó alguna infidencia sobre la creación de ‘Mi Revolución’, pero que aquí no se la vamos a contar, así compran el libro ‘Canciones contadas, canciones liberadas’.
Entre temas de sus dos discos y canciones de la época de Cuatro Pesos de Propina, las horas fueron danzando y deslizándose hacia el final del espectáculo.
Para el cierre, alguien de entre el público pidió un tema de ‘El Príncipe’, Gustavo Pena.
La noche se cerraba en un goce de baile y público cantado la canción de Gustavo. Una noche mágica en antiguo teatro.