Mientras la gran bandera del Atlético de Madrid flameaba frente a una luna creciente que comenzaba a asomar sobre Madrid, las largas filas para ingresar al Wanda Metropolitano, se disipaban rápidamente.
Algunos llegaban corriendo sobre la hora, con el sudor en la sien y la ansiedad en el pecho. Otros, llevaban una semana acampando en las afueras del estadio, con la ilusión y las ganas en el cuerpo, buscando posicionarse en los primeros lugares.
Luego de dos años sin ver a su artista en vivo, por fin se producía el encuentro y el regreso más esperado. Un comienzo de gira que llevará a Sanz por 12 ciudades con un total de 17 conciertos.
En su faceta más intimista, con sus aires flamencos, la desnudez de sus letras y la sinceridad en su garganta, Alejandro Sanz brilló, emocionó, bailó y se dejó la piel ante un público eufórico que no paró de cantar sus canciones.
Lo que fui es lo que soy
El torso desnudo de Alejandro Sanz apareció en las pantallas del escenario. Eran las 20:50 de una noche estrellada que cubría la cúpula abierta del Wanda.
Lás imágenes en blanco y negro del artista transicionaban lentamente, dejando ver los múltiples tatuajes que cubren su cuerpo. La palabra FLAMENCO en la parte posterior del cuello, el contorno de una rosa asomando por su espalda, el rostro de su madre en el pecho.
Simplemente Sanz, ante un público que lo ovacionaba a cada momento.
Con un traje blanco y camiseta negra, apareció por el costado izquierdo del escenario. Con los ojos vidriosos y el paso largo, abrió el show con ‘No es lo mismo’. Caminó lento por ambos lados del escenario, se colocó en el centro, levantó los brazos y miró hacia el cielo, dejándose abrazar por su Madrid natal.
Daba comienzo así, a un recorrido por sus más de 30 años de carrera musical, y sus temas más icónicos.
Tomó la guitarra para interpretar ‘Lo que fui es lo que soy’ y el público acompañó moviendo los brazos y dejando en claro la euforia por el tan ansiado regreso de su artista favorito a los escenarios.
“Que lindo es estar en casa” – dijo con una amplia sonrisa, al finalizar de cantar ‘Deja que te bese’ y Wanda estalló en gritos.
Le siguió un Medley compuesto por ‘El alma al aire’, ‘Regálame la silla donde te esperé’ y ‘Hoy llueve, hoy duele’. Entre las luces naranjas y el humo del escenario, la figura de Alejandro Sanz recorría el espacio, se inclinaba hacia adelante, colocaba el micrófono al público; y éste, respondía con un coro arrollador.
“Buenas noches, imagínense que llevo tanto tiempo pensando en lo que iba a decir en este momento, y todavía no tengo ni puñetera idea de lo que voy a decir. Eso es el verdadero amor. Esta es nuestra noche, Madrid. Esta noche todos somos de Madrid, no importa de dónde venga cada uno, no importa de dónde seamos los que estamos aquí, todos somos de Madrid. Mi padre si estuviera aquí sería de Madrid, mi madre sería de Madrid y mañana si se acaba el mundo no importa porque hoy estuvimos aquí en Madrid. Va por uds, viva la vida.”
Tengo tanto que ofrecer
“La música, que cuando llega, me llena con su sentimiento”, dice ‘Looking for Paradise’. El tema que interpretó luego de ‘Desde cuando’. Letras atemporales que cuentan historias en las que todos estuvieron alguna vez.
Por el medio del campo se levantó un cartel en el que se leía “Simplemente Gracias”, mientras una mujer, con llanto desconsolado, le decía a otras, “es que sus letras me han salvado mas de una vez”.
Tema a tema surgían diferentes emociones, que se manifestaban en forma de cariño y agradecimiento hacia el artista.
Sanz cierra los ojos, como evocando a aquella “dama valiente se peina la trenza como las sirenas”. Se lleva la mano al pecho, frunce el ceño y tira un beso al aire. Y con una inmensa hoguera de fondo, transicionando entre luces cálidas, cantó ‘Mares de miel’.
Aún faltaba mucho repertorio y el madrileño tenía mucho para ofrecer. Su público no dejó de ovacionarlo durante toda la noche, y él trataba de abarcar con la mirada el estadio entero.
Se sentó en las escaleras al medio del escenario, balanceándo su cuerpo hacia atrás y adelante, y luego, se dirigió al fondo para apoyarse en el piano y cantar ‘Cuando nadie me ve’. Se llevó la mano al pecho en un gesto sentido y abrió los brazos para abrazarse luego, como si estuviese bailando con alguien.
Seguidamente estrena por primera vez la pasarela. Las luces del piso se encienden y en el extremo, pequeño ante la multitud interpreta ‘Amiga mía’, ‘He sido tan feliz contigo’ y ‘Hay un universo de pequeñas cosas’.
Junto a una de sus coristas canta ‘Mi persona favorita’, casi perdiéndose entre los gritos de la gente. La toma de la mano y la acompaña al centro del escenario, para fundirse luego en un abrazo. Mientras tanto, sus músicos recorren el escenario y estrenan la pasarela.
Cantó, se emocionó, tocó la guitarra en ‘Labana’; movió la cadera en ‘La rosa’; hizo vibrar el Wanda con los gritos del público en ‘Corazón partío’; volvió a la pasarela para cantar ‘Hoy que no estás’; y se fue rápidamente por el costado izquierdo del escenario, para volver al instante y regalarle a sus fanáticos los últimos temas de la noche.
Estrenó el piano de cola negro que se encontraba en el extremo derecho. Con la elegancia de un estilismo que estuvo a la altura, apenas se sentó en la butaca, sus dedos comenzaron a tocar ‘Y ya te quería’. Un pequeño foco directo, resaltaba su impecable traje blanco.
No necesitó más para un recinto que ya estaba rendido a sus pies desde el primer momento.
Se despidió con un medley compuesto por ‘¿Lo ves?’, ‘Mi soledad y yo’, ‘Y, ¿si fuera ella?’ y ‘Ese último momento’; entre confeti y una ovación que parecía no tener fin.
Sus ojos vidriosos brillaban aún más que al comienzo. Se mordió los labios en un gesto incrédulo y agitó los brazos para enardecer aún más a la multitud que no paraba de gritar y aplaudir.
Y se quedó allí, en el medio del escenario, aplaudiendo y llevándose la mano hacia el pecho, hasta que las luces del Wanda se apagaron, y la figura del madrileño desapareció lentamente, como por arte de magia; como la que él mismo generó esa noche.