Raphael regresó a Uruguay. Crónica de un Escándalo

Reinventarse dentro de un legado es una tarea sumamente complicada. Si ya es difícil mantenerse, permanecer en constante renovación podría resultar casi imposible para la mayoría. 
Y más si ya son 60 años dentro del mundo de la música. Para muchos una gran hazaña, menos para Raphael, que demostró anoche, en las dos horas y media de concierto que brindó en el Antel Arena, que la motivación y las ganas siguen intactas; y que piensa seguir en los escenarios hasta donde la vida le de. 

Un Raphael para todos

A las 21:09 sale Ruben Diez por el lado izquierdo del escenario. Es el encargado de dirigir la orquesta juvenil de 42 músicos que acompañarán a Raphael durante la noche.

Raphaelistas y Raphaelistos; ansiosos, emocionados por ver al artista que siguen “desde siempre”, y otros que apenas habían nacido cuando el eterno “niño de Linares” ya festejaba 30 años encima de los escenarios, esperaron puntuales el comienzo de la gran noche.

Quién tenga el prejuicio de que Raphael es escuchado únicamente por un público de su edad, se sorprendería al ver las reacciones efervescentes de varias generaciones que asistieron anoche a disfrutar del personaje. Porque Raphael es persona y personaje, todo un despliegue histriónico de movimientos bien estudiados, de sensualidad y galantería. Y también de recato, algo pudoroso, siempre elegante y respetuoso.

Es cierto que gran parte de su público es el que lo ha acompañado a lo largo de toda su carrera artística, pero también entre las primeras filas del antel arena hay un grupo de jóvenes cuya sonrisa se refleja en la comisura de los ojos. También hay un chico que no despega la mirada del escenario, inmóvil, con su mano en el pecho, derramando lentas y silenciosas lágrimas que se esconden tras el tapabocas. 

Más al fondo, en los anillos superiores, una niña de unos 10-12 años se toma selfies con el escenario de fondo, agita sus manos, aplaude y salta, como si estuviera en el concierto de su vida. Quizá, sí lo estaba. Y más en el medio, dos chicas de unos 25-30 años no paran de filmar todo el show.

Como el Ave Fénix

Tres minutos y medio después de que apareciera el director Ruben Diez en escena, la sinfónica despliega su arte, para introducir ‘Ave Fénix’. Ya se puede advertir que la noche será mayestática.

A los cinco minutos hace su aparición por el costado derecho del escenario, Raphael. El cuerpo delgado, el paso lento, la sonrisa amplia. Camina hacia el otro extremo para beber un sorbo de agua del vaso que está encima del piano comandado por Juan Pietranera.

Con elegancia suelta un gesto de agradecimiento hacia el público que entre gritos lo ovaciona, y sin más preámbulos comienza a cantar. Inmediatamente el recinto enmudeció y su voz, intacta en los graves, y de vocales alargadas meciéndose en cada nota, se elevó sobre las butacas.

“Renovado y airoso, volveré”, pronuncia tajante. Toda una declaración de principios.
Sinfónico, electrónico, o con aires tangueros; sus clásicos están dotados de una energía vital que, como el Ave Fénix, hacen que el artista renazca en cada escenario.

Sin mediar palabras siguió con ‘Igual ‘(Loco por cantar)’. Raphael da paso a la fantasía en cada tema, peina lentamente su pelo hacia atrás, hace una pausa, ubica la emoción para “juntar tu piel y mi piel”; coloca su mano izquierda en el bolsillo y levanta el mentón.

Camina lento y seguro, pisa firme. De vez en cuando da una mirada directa a alguien al azar y genera un mundo de historias de las que se apodera más de uno. “Vienes a ver a un caballero”, sincero, extravagante, un hombre tierno que conserva la ilusión de aquel niño que soñaba con que su voz recorriera el mundo; al hombre de la galantería de antaño, que incorpora con los años, nuevas formas.

Sigue siendo aquel, pero renovado, siempre fresco, y aún mejor.

Vivir así es morir de amor

‘Vivir así es morir de amor’, la canción que publicó Camilo Sesto en el ’78, escrita de su propio puño y letra, ha sido ampliamente versionada en sus mas variados géneros musicales. Desde rap a cumbia, pasando por flamenco, pop y hasta heavy metal.

Hace tan solo unas semanas conocíamos la versión de Naty Pelusso. También hay una adaptación de Manuel Ruiz “Queco”, interpretada por India Martínez y José Ángel Carmona, para la película “Por qué se frotan las patitas”, que merece un capítulo aparte, por la belleza de la que está dotada.

La versión que interpretó Raphael no se queda para nada atrás, no solo porque está majestuosamente acompañada de una sinfónica, sino también porque está perfectamente adornada con arreglos electrónicos. Si bien intenta no alejarse de la versión original, está llena de sobresaltos y vigor, que hacen que sea casi imposible permanecer sentado. Aunque el protocolo de la noche al comienzo, fue de manual. Y los gritos y la ovación de pie se dieron únicamente entre tema y tema para esta primera mitad de la noche.

Muriendo de amor también estaba gran parte del público, que aprovechaba el mínimo silencio al finalizar un tema para gritarle. 

Fotografía: María Noel Robaina

‘No vuelvas’, originalmente lanzada en 1966 y versionada a dueto con Gloria Trevi para ‘Sinphónico & REsinphónico’, fue el siguiente tema en el que la orquesta adquirió más protagonismo. Raphael se da la vuelta para observarla, hace una reverencia y se quita el saco negro brillante. Con un gesto cargado de elegancia lo coloca sobre su hombro, se lleva la mano izquierda al bolsillo, levanta su ceja izquierda y mira al público. Mira a una y a todas, o a todos. Cada uno de los allí presentes podía adueñarse de esa mirada que buscaba cautivar con un dejo de sensualidad. Íbamos a ver a un caballero, sí. Y también al loco, jovial y enamorado.

La gran noche

A la media hora los impulsos cedieron y la emoción que intentaba contenerse se liberó por completo, dando paso a más gritos, esta vez incluso encima de su voz. 

Se acercaba un momento cumbre. En la primera fila, ubicada bien en el centro, una mujer levanta un cartel por encima de su cara (el cual había estado sosteniendo extendido desde el comienzo). 

“Soy Lourdes, es mi cumple. Dedicame una canción”, se podía leer. Raphael lo nota, se acerca un poco al borde del escenario pero no logra divisar lo que dice. En varias ocasiones volvería sobre él, disimuladamente, tratando de descifrar el mensaje.

Mientras tanto, en la pantalla ubicada detrás del escenario se suceden imágenes que muestran su trayectoria musical y de vida. Raphael las observa con los ojos brillantes, se observa a sí mismo a través de los años, sin desdibujar su gran sonrisa. Quizá pensando en todo lo vivido, quizá pensando en todo lo que vendrá, o agradeciendo seguir tan loco por cantar como al comienzo.

Suena ‘Digan lo que digan’. El español con aires de torero, se da vuelta sobre sí mismo, menea suavemente la cadera de lado a lado y la fusión electrónica estalla, transformando el Antel Arena en una pista de baile. 

Si para esa altura alguien tenía duda de que la de anoche sería una gran noche, cuando comenzó a cantar el clásico de la fiesta española, éstas se disciparon.

El estribillo se canta con pasión. El artista alarga los silencios para escuchar a los presentes y aprovecha para tomar aire.

Estuvieron presentes los ademanes clásicos a los que les sumó algunos pasos nuevos. Se acomodó el cinto de gran hebilla negra y volvió a mover la cadera, mientras escuchaba los gritos desesperados de las primeras filas.

También estuvieron presentes ‘Provocación’, ‘Frente a frente’ y ‘La noche’, que sirvieron de meseta para bajar la intensidad, y las pulsaciones.

De la niñez a los asuntos

Uno de los momentos más conmovedores de la noche se dio a mitad del show. ‘Volveré a nacer’ ya es una canción sumamente emotiva, frágil y poderosa a la vez. Una canción donde la sinfónica jugó un papel fundamental, agudizando los sentidos y maximizando el sentir que provoca.

Aquel niño de Linares aún permanece dentro, la emoción se le agolpa en la garganta y lo deja sin aliento, el público completa las frases, mientras observa a aquel hombre de cuerpo pequeño y presencia tan grande, humedecer sus oscuros ojos firmes. Su mirada penetrante es ahora dulce y nostálgica.

Aparece el hombre herido y rabioso, sincero, el que no se arrepiente. El hombre que volvería a nacer para cantar, como si cantando se le fuera la vida  y resurgiera en cada escenario.

Del mismo modo, con ‘Vida loca’, acompañado del guitarrista Juan Guevara, se deja el alma en el escenario. Raphael actúa cada letra, hace alarde de su voz y su presencia se impone ante todos. Ni el paso de los años y ni algunos achaques que ha sufrido a lo largo de sus 78 vueltas al sol, opacan al astro, que como lo advirtió desde el minuto uno, siempre resurge, renovado y airoso. 

Le sucedieron ‘No puedo arrancarte de mi’, la emotiva ‘yo sigo siendo aquel’ y ‘cierro mis ojos’, que cantó al lado del piano.

Tema a tema sonaban los grandes clásicos, y la energía oscilaba entre alegría, tristeza, evocación y coqueteo.

Para el momento de ‘Estuve enamorado’, el calor subió y la platea se volvió a encender. Raphael señala al público y sonríe con picardía, vuelve a su movimiento de cadera y recorre el escenario, enamorándose de todos. Se escucha una voz grave de un hombre que desde el fondo le grita “¡guapo!”, y que anima a varios a volver a los halagos, desgarrándose la garganta. 

Nostalgias

Repshinfónico y tanguero. La noche de anoche tuvo de todo. Para el momento de ‘Nostalgias’, (ese maravilloso tango de Cadícamo que conocemos todos), Juan Pietranera tomó protagonismo, haciendo lo suyo en el piano.
Mientras en el otro extremo, Raphael interpretaba un tango limpio pero sentido, que se refleja sobre todo en sus gestos faciales.

‘Se nos rompió el amor’ es la emblemática canción compuesta por Manuel Alejandro, para el álbum Paloma Brava de Rocío Jurado, allá por el ‘85. Un tema que solo Rocío y Raphael pueden superar con honores. 

Raphael estira las frases, vocaliza amplio y cierra sus ojos, recurriendo quizá a algún recuerdo propio. 

Al finalizar ‘Nostalgias’, por primera vez el cantante dirige unas palabras al público:

Es para mí un honor cantar con esta gran orquesta sinfónica de Uruguay”, refirió, y seguidamente agradeció a sus músicos y a él mismo, siempre mostrando una sonrisa, con una reverencia tímida y respetuosa, mientras debajo del escenario, el recinto se fundía en aplausos de pie.

Si hablamos de Nostalgias, hablamos también de baladas románticas, de 50 años después y de ‘Adoro’, un recordado dueto con Manzanero, para el que la orquesta juvenil estuvo a la altura.

Y la noche continuó con más clásicos románticos, como lo son ‘Si pero no’, ‘Por una tontería’ y ‘Cuando tú no estás’; momento en el que se va hacia el piano, levanta el vaso de agua colocado sobre él, y en un gesto cómplice brinda con su público. 

“¡Quiero ser Laura!” se escucha gritar a alguien, lo que anima a que varias personas contesten “¡yo también!”.  El estribillo es cantado por el público, mientras Raphael mueve los labios y  sin emitir sonido, llama a Laura, sobre el final.

Seguidamente toma el saco que había dejado colgado en la silla a su lado, con la mirada penetrante levanta su ceja izquierda, se lo coloca sobre el hombro y camina al otro extremo del escenario, haciendo alarde de toda su galantería, y perdiéndose tras bambalinas. Retornando a los pocos segundos para cantar ‘La canción del trabajo’ y retirarse nuevamente por otro breve instante.

El astro sigue siendo “aquel”

Aquel es el hombre seductor, elegante, caballero. El que habla con sus manos, el que siente las letras en la punta de los dedos y se acomoda su cabello mientras parece desfilar en una pasarela. Son los personajes que se suceden unos a otros y el vozarrón que se mantiene con los años, tomando menos aire, pero con la misma fuerza.

Aquel es el hombre que enamora con sus baladas y el que interpreta los temas que se han dedicado por generaciones, y otros tantos que se han cantado con pasión únicamente cuando se sienten como tal; como es el caso de ‘Estar enamorado’, tema para el cual contó con un coro de lujo distribuído por toda la platea.

Es aquel hombre, el mismo pero distinto. Es artista prolífico que nunca se queda quieto, el que vuelve año tras año, renovado, rejuvenecido… y mejor.

Raphael imita los movimientos del director de orquesta, pero hacia el público; cierra los ojos y mueve las manos al compás, mientras se deleita con los presentes que le cantan.

Poco a poco la velada va llegando a su fin, pero la energía desplegada por el público no merma. 

Fotografía: María Noel Robaina

Nuevamente Juan Guevara con su guitarra toma protagonismo, esta vez para interpretar la maravillosa ‘Gracias a la vida’ de Violeta Parra. La versión, dotada de aires flamencos es interpretada por un Raphael que baila alrededor del guitarrista e invita a varios a imitar sus movimientos con tintes de bailaor.

Ya para finalizar, se escuchó ‘Que nadie sepa mi sufrir’, ‘En carne viva’ y la espectacular ‘Resistiré’, que vuelve a encender la platea, mientras una llamarada intensa en la pantalla gigante, aviva el escenario.

Y para el momento de ‘Que nadie sabe’, aquello ya era todo jaleo.

Las dos horas de espectáculo se hacían sentir, pero el cantante evitaba demostrar cansancio, el cual disimulaba muy bien entre estrofas cortas que el público continuaba y el andar pausado que detenía en alguna reverencia de agradecimiento. Siempre sonriendo, siempre agradecido, siempre con un rostro iluminado y la ilusión a flor de piel.  Una fotografía que demuestra de qué están hechos los grandes artistas.

Toda gran actuación siempre termina en fiesta y tiene su propio ‘Escándalo’. Fue el que más de uno se encargó de recordar a gritos entre temas. Un clásico, infaltable y que transforma cualquier noche en un derroche de alegría. 

Raphael se sube a la tarima para suplantar a Ruben Diez y dirigir a la orquesta por unos segundos. Debajo del escenario varias filas se agrupan hacia el frente a bailar.

Los arreglos electrónicos tomaron protagonismo con una versión a tope de ‘Yo soy aquel’, mientras en la pantalla se sucedían imágenes de su carrera musical.

Ya en los descuentos, y con un buen sabor de boca, interpretó un deslumbrante ‘Como yo te amo’.

“Gracias, los amo” – fueron las palabras escogidas para despedirse del público uruguayo, tras una noche que pasó por todos los escalafones emocionales y terminó con un deslumbrante “Hasta pronto”, en medio de una ovación de pie, elogios y agradecimientos por parte de varias generaciones que esperarán con la ilusión de un regreso.