Hay discos que buscan gustar. Hay otros que buscan inquietar. Y hay unos pocos que parecen no querer gustar ni inquietar, sino simplemente estallar en la cara del oyente. “No vayas a atender cuando el demonio llama”, el nuevo trabajo de Lali Espósito, pertenece a esta última especie. Un álbum que toma distancia del artificio del pop perfecto, para meterse —con uñas negras y alma en carne viva— en terrenos menos pulidos y mucho más viscerales.
Desde el título mismo, el disco sugiere un descenso al sótano emocional. No hay aquí espacio para la sonrisa pop de catálogo ni para los ganchos prefabricados. Lo que propone Lali —consciente o no— es una experiencia de desconcierto: canciones que se debaten entre la pulsión rockera, la provocación sexual, y una melancolía que no se disfraza de metáfora.
La producción, compartida con Mauro De Tomasso, BB Asul y Galán, consigue darle a cada track una textura densa, donde el beat late con una amenaza contenida. “Plástico”, junto a Duki, es quizás el resumen más logrado de esta estética: un synth rock oscuro que coquetea con la distorsión y donde ambos artistas se permiten jugar con una crudeza poco habitual en el mainstream local. Lejos del crossover cómodo, esta colaboración suena como un choque de placas tectónicas.
Pero no todo es fricción. En “Mejor que vos”, Lali invita a Miranda! y el resultado es un pop azucarado que funciona como respiro entre tanto filo. ¿Es un guiño irónico? ¿Un momento de genuino desahogo? El disco no da respuestas, y tal vez ahí resida su mayor mérito.
La presencia de Julieta Venegas en “No hay héroes” aporta una pausa reflexiva: una balada dolida donde la voz de Lali abandona el personaje y deja entrever una grieta. Es uno de los pocos momentos donde la máscara se corre y aparece algo más humano, menos interpretado. En contraposición, “Sexy”, con Blair, se regodea en lo performático, en una teatralidad queer que no busca aceptación sino goce.
El disco se cierra con “Fin de transmisión”, un título que podría sonar a adiós pero que, en realidad, funciona como reinicio. Una especie de reboot estético y emocional que deja claro que lo que vimos antes era apenas un tráiler.
La dimensión visual del álbum, construída junto a Lautaro Espósito y Pablo Cerezo, subraya el tono distópico: videoclips como “Perdedor”, protagonizado por Susy Shock, o el montaje erótico-político de “Sexy”, no se limitan a ilustrar las canciones, sino que las expanden. No es un complemento, es parte del manifiesto.
¿Estamos ante el mejor disco de Lali? Eso depende de qué se entienda por “mejor”. Si la vara es el riesgo, la búsqueda y la voluntad de romper con el molde, entonces sí. Si es la efectividad radial o la capacidad de sumar likes, probablemente no. Lo que está claro es que No vayas a atender… no quiere agradar: quiere arder.
Y en ese fuego incómodo, incómodo como una fiesta sin guión, hay algo profundamente vital.
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