Si algo ha definido la carrera de Lady Gaga es su capacidad para mutar sin miedo, abrazando cada nueva era con una intensidad casi teatral. Y ahora, después de años explorando territorios sonoros dispares —desde el pop sintético de Chromatica hasta los matices cinematográficos de Harlequin, su colaboración con Joker 2—, la artista neoyorquina regresa con Mayhem, un disco que recupera la esencia de sus primeros días.
Desde el primer momento queda claro que Gaga está jugando en su propio patio, con reglas que solo ella entiende. La producción ejecutiva, compartida con su prometido Michael Polansky y el omnipresente Andrew Watt, marca un sonido que es tanto un homenaje como una reinvención. Hay ecos de The Fame Monster, la agresividad de Born This Way y una madurez que solo una artista con más de una década en la cima puede permitirse.
El regreso a la oscuridad brillante
Gaga misma lo adelantó en un comunicado: Mayhem es una especie de exorcismo personal. “Este disco me permitió recuperar una gran parte de mí misma”, dijo la cantante. “Se trata de disfrutar todo lo que soy y compartir esa alegría con mis fans”. Pero si la alegría es el núcleo emocional del álbum, el sonido que lo envuelve es pura electricidad contenida, a punto de estallar en cada estribillo.
Temas como Abracadabra y Disease llevan la firma de un electro-pop que podría haber salido de una dimensión paralela en 2011, con el sello inconfundible de Cirkut en la producción. Sin embargo, la gran sorpresa es la incursión de Gesaffelstein, el productor francés conocido por su trabajo con The Weeknd. Su mano se siente en cortes como Killah, una pieza cargada de sintetizadores oscuros y pulsantes que resuena como una pista de baile clandestina en el corazón de Berlín.
Y luego está Die With A Smile, su colaboración con Bruno Mars, que descoloca a primera escucha pero termina funcionando como un homenaje al country-pop de los 70s. Es un track que, de alguna forma, encuentra su lugar en un álbum que se niega a encasillarse.
¿La mejor versión de Lady Gaga hasta ahora?
Si algo ha caracterizado la discografía de Gaga es su habilidad para desenterrar emociones crudas y entregarlas envueltas en beats irresistibles. En Mayhem, esa fórmula sigue intacta, pero con una artista que ya no siente la necesidad de demostrarle nada a nadie.
El álbum suena libre, sin la carga de expectativas externas, como si Gaga simplemente hubiera decidido hacer la música que le gusta sin preocuparse demasiado por el impacto comercial. Aunque en su conjunto, se apoya en sonidos familiares. Hay riesgo, sí, pero dentro de un marco seguro.
Sin embargo, no se equivoquen: Mayhem tiene el potencial de dominar charts y estadios. De hecho, aunque aún no se ha anunciado una gira oficial, la artista ya tiene en la mira presentaciones en México, Brasil y un papel estelar en Coachella.