Charly García ha sido durante décadas una figura fundamental del rock en Latinoamérica, un iconoclasta que rompió barreras y definió generaciones con su creatividad y rebeldía. Sin embargo, “La Lógica del Escorpión” llega en un momento donde su leyenda parece más una prisión que una oportunidad para la reinvención. Este disco, que se vende como un ejercicio introspectivo y de renovación, es en realidad un reflejo más oscuro de un artista en su ocaso, cuyo brillo se ha desvanecido en una maraña de simbolismos y referencias que solo logran remarcar la nostalgia de tiempos mejores.
El álbum abre con “Rompela”, un título que parece prometer dinamismo y desafío, pero la realidad es que se siente estancado. El riff de guitarra, aunque atractivo, no consigue sostener la canción, y la voz de García suena desganada, completamente erosionada por los años. No es solo la edad lo que se escucha aquí, sino el peso de una carrera que, paradójicamente, parece haber aplastado al hombre detrás del mito. Su interpretación, lejos de la energía que lo caracterizó, resulta cansada y distante, como si García estuviera luchando por mantenerse a flote en un mar de sus propias creaciones pasadas.
Esta sensación de estar atrapado en su propio legado se evidencia a lo largo de todo el disco. “La Lógica del Escorpión” es una obra que parece más interesada en mirar hacia atrás que en avanzar. Las referencias a sus trabajos anteriores son constantes, desde las evocaciones a Sui Generis y Serú Girán hasta las múltiples reversiones de temas antiguos. “Te recuerdo invierno”, por ejemplo, no logra despegarse de su origen histórico, y su nueva versión no ofrece nada más allá de una interpretación vocal que deja mucho que desear. Lo mismo sucede con “Watching the Wheels”, una versión en español del clásico de John Lennon, que en lugar de rendir homenaje al Beatle, parece un ejercicio forzado de García por conectar con una época que ya no le pertenece.
La producción del disco es otro punto a considerar. Si bien en el pasado García ha demostrado ser un maestro de la experimentación sonora, en “La Lógica del Escorpión” la producción carece de coherencia. Matías Sznaider, su nuevo técnico de grabación, no consigue dar cohesión a las ideas dispersas que flotan en el álbum. Las canciones suenan como piezas desconectadas, y la falta de una dirección clara hace que el disco se perciba más como una colección de ideas vagas que como una obra pensada y ejecutada.
Uno de los momentos más intrigantes del álbum es la colaboración póstuma con Luis Alberto Spinetta en “La pelicana y el androide”. La canción, rescatada de un demo perdido, presenta una atmósfera etérea y casi mística, con la voz de Spinetta flotando como un fantasma sobre una base instrumental que evoca el encuentro de dos gigantes del rock argentino. Sin embargo, incluso este momento, que debería haber sido uno de los puntos más altos del disco, se siente incompleto, como una oportunidad desaprovechada para crear algo verdaderamente trascendental.
El resto del álbum oscila entre lo olvidable y lo cuestionable. “América”, una colaboración con Pedro Aznar, intenta abordar temas actuales, pero termina por ser un ejercicio de obviedad. El tema toca de manera superficial cuestiones como la política en tiempos de Trump, sin llegar a ofrecer una perspectiva verdaderamente profunda o novedosa. “El club de los 27”, por otro lado, se adentra en el terreno del blues, un género que García ha tocado solo de manera esporádica en su carrera, pero la canción se siente desconectada, como si estuviera fuera de lugar en un álbum que parece no tener un eje central.
Quizás el mayor problema de “La Lógica del Escorpión” es que se siente como un disco que intenta demasiado ser relevante sin tener las herramientas necesarias para lograrlo. Las letras de García, que en su mejor momento fueron agudas, irónicas y profundas, ahora se sienten vacías, como si estuviera repitiendo un guión que ya no le pertenece. Canciones como “Medicina No. 9” y “Juan Represión” intentan recuperar esa chispa, pero terminan siendo meras sombras de lo que alguna vez fue.
Es difícil no comparar este álbum con sus obras anteriores, especialmente cuando parece que García se empeña en recordarnos constantemente de dónde viene. El problema es que, en este punto de su carrera, mirar hacia atrás solo resalta lo que ya no puede lograr. En lugar de ofrecer algo nuevo o emocionante, “La Lógica del Escorpión” se siente como un intento desesperado por aferrarse a un legado que se desmorona bajo su propio peso.
Y es aquí donde surge la pregunta más incómoda: ¿era necesario este disco? ¿Había algo que García necesitara decir que no hubiera dicho ya? La respuesta, tristemente, parece ser no. “La Lógica del Escorpión” no añade nada significativo a la vasta y rica discografía de Charly. Más bien, es un recordatorio de que incluso las leyendas pueden perder su rumbo.
En última instancia, “La Lógica del Escorpión” será un álbum que divide opiniones. Algunos podrán apreciarlo por lo que representa: el esfuerzo de un artista icónico por seguir creando en un mundo que ha cambiado radicalmente desde sus días de gloria. Pero para otros, este disco será un recordatorio doloroso de que el Charly García que una vez rompió moldes ya no existe, reemplazado por un eco distante de lo que alguna vez fue.