Dentro de la trayectoria de Juan Campodónico, no hay fronteras claras entre el productor visionario, el músico inquieto y el creador conceptual. Su capacidad para tejer la tradición latinoamericana con los pulsos contemporáneos ha dado forma a proyectos icónicos como Bajofondo, Campo y Peyote Asesino, además de su rol detrás de álbumes de artistas tan diversos como Jorge Drexler, Cuarteto de Nos y Zoe Gotusso. Pero este 2024, Campodónico se presenta de una manera distinta, más íntima y personal: bajo su propio nombre, con un álbum que explora nuevas dimensiones creativas.
El segundo adelanto de este proyecto, titulado “De un fulgor a otro”, es una reinterpretación musical de un poema de la uruguaya Ida Vitale, figura central de la poesía hispanoamericana y ganadora del Premio Cervantes. En manos de Campodónico, la obra literaria se transforma en una experiencia donde las palabras dialogan con paisajes sonoros que van desde lo acústico hasta una amalgama de drum and bass, rock y electrónica.
La tarea de musicalizar un poema de Ida Vitale no es sencilla. Su obra requiere de una sensibilidad que trascienda lo técnico. En este caso, Campodónico y Martín Rivero consiguen capturar la esencia del poema y la traducen a un formato que, lejos de traicionar su origen, lo potencia. La canción plantea un viaje: comienza con una estructura minimalista, casi desnuda, que evoca la introspección del poema, para luego desplegar una explosión de texturas y ritmos. Este contraste no es casual; se alinea con una de las interpretaciones más poderosas del texto: la tensión constante entre lo esencial y lo efímero, entre la introspección y las distracciones del mundo exterior.
El propio Campodónico se convierte en un narrador más allá de lo instrumental. Su voz, presente en esta pieza, es un guiño a la conexión íntima que tiene con el poema y, al mismo tiempo, un acto de vulnerabilidad artística que marca un punto de inflexión en su carrera.
Continuidad y ruptura: del “Frik” a lo atemporal
Si “De un fulgor a otro” es una meditación sobre lo singular frente a lo colectivo, “Frik”, el primer adelanto del álbum, planteaba una temática similar desde una perspectiva diferente. Ambas composiciones comparten un hilo conductor: la celebración de lo único y la búsqueda de preservar la esencia individual en un mundo que constantemente empuja hacia la homogeneidad. Campodónico parece estar trazando un mapa sonoro y conceptual que desafía las etiquetas, recordándonos que la música puede ser tanto un espacio de resistencia como de conexión.
El videoclip, dirigido por Charly Gutiérrez, se aleja de los lugares comunes de las producciones visuales contemporáneas. En lugar de apoyarse en imágenes saturadas de tecnología o artificios, nos presenta a Campodónico caminando por un Montevideo que parece suspendido en el tiempo. Las palabras del poema aparecen materializadas en fragmentos de carteles urbanos, como si la ciudad misma susurrara versos de Ida Vitale. La cámara captura una arquitectura que, aunque marcada por el paso de los años, continúa dialogando con el presente. Es una declaración de amor a la memoria cultural, un recordatorio de que el pasado y el presente están inextricablemente unidos.
Campodónico se reencuentra, a través de esta colaboración implícita, con el legado de la generación del 45, un movimiento literario que marcó profundamente la cultura uruguaya y latinoamericana.