Hay discos que se escuchan. Y hay discos que se cruzan como quien se asoma a un umbral incierto. “Puertas”, el más reciente trabajo de Cuarteto de Nos, no propone canciones, sino portales. Con el lanzamiento de su nueva gira internacional “Tour Puertas 2025”, la banda uruguaya vuelve a poner en jaque la comodidad del oyente, esa zona de confort que nunca les ha interesado habitar. Esta vez, no hay mapa, no hay promesa de destino. Solo un corredor lleno de trampas, espejismos y, claro, puertas.
La gira arranca el 12 de junio en San José, Costa Rica, y recorre un total de 13 países —desde Colombia hasta Alemania, de México a España— en un itinerario que parece diseñado por un viajero errante más que por una agencia de management. El cierre, cómo no, es en casa: Montevideo, el 6 de diciembre. Y no es casual. Porque si hay algo que define a este álbum y su puesta en escena, es el deseo de regresar… aunque el camino sea caótico y sinuoso.
El viajero como metáfora
Roberto Musso, eterno demiurgo de la lírica del Cuarteto, lo dice sin eufemismos: “El mundo, con su maquinaria de control, le exige que mire hacia otro lado… pero él, con una máscara de inexpresividad tallada en el rostro, resiste”. Y es que el viajero —esa figura difusa que aparece una y otra vez en el disco— no es otro que el oyente, el ciudadano contemporáneo enfrentado a un presente saturado de ruido, imágenes vacías y falsas salidas.
Lo fascinante de este nuevo trabajo es que, sin perder el filo irónico y filosófico de siempre, la banda logra una profundidad emocional inédita. Ocho canciones componen el álbum, cada una una puerta distinta. Algunas se abren con violencia. Otras apenas entreabren una rendija. Ninguna es cómoda.
“Cara de Nada” arranca con un pulso garage crudo, como si los Pixies y Charly García se encontraran en una vereda mal iluminada. “Perro de Alcibíades” coquetea con un funk oscuro y pegajoso que evoca los delirios de poder y los fantasmas de la antigüedad clásica, mientras que “Ganaron los malos” suena a un grito contenido frente a un mundo que premia la mezquindad.
Pero hay más. “En el cuarto de Nico” y “Esplín” detienen el vértigo, entran en modo contemplativo, íntimo, dolorosamente lúcido. Son el eco de una melancolía que no busca consuelo sino permanencia. En la tradición de “Me Amo” o “Lo malo de ser bueno”, pero con una vuelta más introspectiva. La fragilidad se vuelve centro, casi sagrada.
Hay dos momentos del disco que merecen atención especial: “El astrónomo que no podía ver el cielo” y “Camello Patagónico”. Son pequeñas películas sonoras, híbridos entre el spoken word, la ciencia ficción lírica y la crónica existencial. No hay refranes pegajosos, no hay frases para camisetas. Hay imágenes. Metáforas que se clavan como estalactitas: un piano que arde bajo el mar, un péndulo que corta, un espejo que se niega a reflejar.
Musso lo explica con crudeza y poesía: “El corredor no es amable. Hay puertas que lo llevan a arenas movedizas, donde el poder se alza con armas más pesadas, donde los que gritan más alto imponen su verdad…”. El disco no busca respuestas, sino que planta preguntas como trampas. ¿Qué pasa si al cruzar una puerta no hay nada? ¿Qué pasa si lo único que hay del otro lado es otro umbral?
Una gira sin destino fijo
“Tour Puertas 2025” parece querer dialogar con la narrativa del disco: movimientos que no responden a una lógica comercial obvia, sino a una búsqueda que imita la del propio viajero. Colombia, con cinco fechas, recibe a la banda en pleno junio. España los espera en septiembre, con paradas en Valencia, Zaragoza, Murcia, Málaga y A Coruña. En octubre, cruzan el Atlántico hacia México y Estados Unidos, con escalas tan variadas como Mexicali, Phoenix o San Diego.
Argentina, como siempre, ocupa un lugar central. Desde San Juan hasta Mar del Plata, pasando por Rosario, Neuquén y Buenos Aires, el país será escenario de más de una docena de presentaciones entre agosto y noviembre. Pero el verdadero cierre emocional será en Montevideo, donde Cuarteto de Nos volverá a su origen después de haber cruzado todas las puertas posibles.
No hay moraleja, ni cierre redondo. Puertas —y su tour— no propone una conclusión. Es, en sí mismo, un acto de tránsito.
El viajero no sabe si alguna puerta lo llevará a sí mismo. Quizás no importe. Su salvación, si existe, no es un lugar, sino el coraje de cruzar…
