Hay una escena en el nuevo videoclip de Cazzu, “Mala Suerte”, donde todo lo que brilla es, en realidad, una fuga. El mármol, los tapizados en terciopelo, el castillo decadente y esa mirada perdida entre columnas doradas nos dejan en claro que lo que estamos viendo no es una fantasía sino una trampa. No hay salvación en el lujo cuando el corazón late roto. Y eso, al menos, es honesto.
“Mala Suerte” es el más reciente lanzamiento visual de Latinaje, su nuevo álbum, y un intento ambicioso de posicionarse como autora total: Cazzu no solo escribe y canta, sino que también firma la dirección del videoclip, una producción tan excesiva como simbólica. Se rodea de personajes como Nicolás Goldschmidt (el actor elegido para encarnar al fantasma de una pasión agotada)y hace camear al productor Nico Cotton como trompetista, en una jugada que coquetea con lo autorreferencial.
Lo visual se impone: tomas barrocas, saturación estética, escenografía de telenovela gótica, slow motion para cada lágrima derramada con dignidad dramática. Cazzu se muestra como una diva atrapada en su propio palacio mental, una metáfora apenas disimulada del encierro emocional que plantea la canción. Pero si el videoclip tiene el mérito de una estética clara y decidida, también peca de un exceso de subrayado: todo está dicho tres veces, por si acaso.
A nivel sonoro, “Mala Suerte” es una fusión caribeña que busca mover el cuerpo mientras arrastra el alma. Es perreo con resaca emocional. Cazzu canta desde un lugar quebrado, con cierta distancia melancólica, y esa voz que alguna vez fue símbolo de batalla ahora se posa como un eco suave sobre beats limpios y una producción cuidada hasta el mínimo detalle. Lo que se pierde en crudeza, se gana en pulido. Aunque no todos agradecerán el cambio.
Esta no es la Cazzu de “Turra” ni de “Nada”. Aquí hay menos trinchera y más escenografía. El tránsito que hace en Latinaje (su disco más ecléctico hasta la fecha) se nota también en esta canción: menos trap, más mestizaje. ¿Es eso una traición a su estilo o una maduración necesaria? Dependerá del oído del fan y del humor del día.
El contexto no es menor. Mala Suerte se lanza en plena efervescencia por Latinaje y el revuelo editorial de su primer libro, Perreo, una revolución. Cazzu parece decidida a dejar de ser “la jefa del trap” para convertirse en algo más: una voz cultural, una cronista de época, una artista que no solo entretiene sino que interpela. Al menos, esa es la apuesta.
Pero como toda apuesta, no está exenta de riesgos. En su voluntad de representar la diversidad de sonidos latinoamericanos (del corrido tumbado al bolero, del tango a la chacarera), Latinaje puede caer en la tentación del catálogo. Y si bien “Mala Suerte” escapa por poco de ser una postal demasiado prolija, su clip amenaza con hacer de lo íntimo un espectáculo coreografiado al milímetro.
Dicho eso, hay una virtud que merece subrayarse: Cazzu sigue teniendo una lectura precisa del momento cultural. No hay empoderamiento impostado ni feminismo de marketing: lo suyo es una narrativa coherente, que no necesita ser gritada. Coloca a la mujer en el centro sin recurrir a slogans vacíos, y en “Mala Suerte” lo hace desde la fragilidad, que es otro tipo de fuerza. Quizás no sea mala suerte, sino cálculo. Y si es así, hay que admitir que sabe jugar.