Bizarrap presenta “BZRP MUSIC SESSION, VOL. 0” junto a Daddy Yankee

Bizarrap session 0/66

La “BZRP Music Session Vol. 0” reúne al productor argentino con el “Big Boss” en un gesto tan simbólico como calculado. Nostalgia, fe y marketing convergen en un lanzamiento que busca cerrar (y reescribir) una era del reguetón.

El número “0” en el título ya lo dice todo: Bizarrap decidió reiniciar su saga más rentable, y lo hace acompañado de quien alguna vez fue el punto cero del reguetón global. Después de un retiro anunciado en 2022, Daddy Yankee vuelve a escena con el productor argentino en una colaboración que pretende ser histórica y, al menos en el papel, lo es.

Grabada entre Miami y Buenos Aires, la “BZRP Music Session Vol. 0” suena como un regreso al ADN del reguetón de los 2000, ese que olía a gasolina, sudaba en los clubs y no necesitaba autotune para sonar sucio. Bizarrap reconstruye esa estética con precisión quirúrgica: trompetas afiladas, bajos pesados y un beat que no busca reinventar el género, sino recordarle a la audiencia de dónde viene. En tiempos en que el reguetón se disolvió entre el pop, el trap y la espiritualidad light, esta sesión suena casi arqueológica, como si ambos artistas hubieran desenterrado un fósil rítmico para ponerlo a bailar otra vez.

El resultado es un homenaje que roza la reconstrucción histórica. Daddy Yankee, con su voz intacta y ese fraseo que ningún algoritmo ha podido replicar, entrega líneas que mezclan autoconfianza y redención: “Cuando me vaya de aquí, nada me llevo / los pies en la tierra, siempre mirando al cielo.” Es el nuevo Yankee, el de la fe y la sobriedad, pero con el mismo swing de “Lo que pasó, pasó”. No hay rastros del hedonismo ni del fuego sexual que definieron su primera etapa; en su lugar, hay reflexión y una espiritualidad que se filtra entre los kicks del dembow.

Esa tensión (entre lo divino y lo terrenal, entre el “Big Boss” y el creyente) es lo que le da peso al tema. Bizarrap, consciente del contexto, lo viste con una producción que equilibra solemnidad y perreo. Es su versión de un altar: luces frías, silencio contenido, reverencia rítmica. No es una fiesta; es una misa con subwoofer.

Lo interesante es que Bizarrap también parece hablar de sí mismo. El número #0/66 (tan críptico como deliberado) podría ser leído como un reset, o tal vez, una broma interna sobre el fin del ciclo anterior. Desde la sesión con Shakira, su proyecto había tocado un techo: el formato empezaba a repetirse, y la expectativa mediática pesaba más que la música. Volver al “cero” con una leyenda del género es una jugada de control narrativo, una forma de apropiarse del pasado para redefinir el futuro.

En el fondo, la Session Vol. 0 suena como un espejo donde ambos artistas se miran: uno que ya se retiró, otro que teme repetirse. Entre los dos, reconstruyen el mito del reguetón clásico con la serenidad de quien sabe que no hay nada nuevo bajo el sol, pero que igual puede hacerlo sonar como si lo hubiera inventado ayer.