Juan Campodónico: un retrato en primer plano con Todo Esto Tampoco Soy Yo

Juan Campodonico

Durante décadas, Juan Campodónico fue ese músico que prefería moverse entre sombras y reflejos. Ya fuera desde el vértigo hip hop de Peyote Asesino, las texturas electrónicas de Bajofondo junto a Gustavo Santaolalla, o el pulso indie pop de Campo, siempre aparecía como el arquitecto detrás de los muros de sonido, más que como protagonista frente a la cámara. Con Todo Esto Tampoco Soy Yo, su primer disco firmado bajo su nombre, esa distancia se rompe. El resultado es un retrato a la vez fragmentado y unificador, donde sus múltiples universos creativos se concentran en un solo punto.

El nombre del álbum funciona como declaración y como enigma. Todo Esto Tampoco Soy Yo suena a desmarque, a un intento de correr el foco de la identidad para dejar espacio a la música en sí. Pero también revela un giro introspectivo: en el fondo, lo que escuchamos no es un “disco solista” en el sentido tradicional, sino la puesta en primer plano de un creador que ya había mostrado su mirada en cientos de producciones. Campodónico se asume como médium, no como dueño absoluto, y eso queda claro en las colaboraciones con Jorge Drexler, Sebastián Teysera, Eli Almic, Zeballos y Josean Log, entre otros. Su voz (más que cantada, conceptual) está en el modo en que articula esas piezas y en cómo les da contexto.

La variedad estilística del disco no es simple eclecticismo; es la síntesis de una trayectoria. En “Frik” se deslizan guiños de indie pop abrazados a melodías populares latinoamericanas. “La Duda” respira funk brasileño con naturalidad. “Milongueado” y “Presentimiento” dialogan con el candombe, sin caer en citas folclóricas sino reformulando el pulso desde la modernidad. “Onda Expansiva”, pieza central del álbum, arranca con un aire folclórico antes de estallar en una pulsación electrónica, cargada de nostalgia tanguera. Y en el otro extremo, “Milo” y “El Pinar” introducen un tono cinematográfico, casi orquestal, que amplía el registro.

Ese tránsito constante entre géneros no suena forzado porque la mano que los une es siempre la misma. La producción es quirúrgica, pero no fría. Hay capas de sonido que remiten a su trabajo en Bajofondo, texturas vocales que recuerdan a Campo, y destellos rítmicos de Peyote Asesino. Pero ahora esas piezas funcionan como fragmentos de un autorretrato más directo.

De la cabina al primer plano

Hasta ahora, Campodónico parecía un personaje atrapado entre las transparencias de un vidrio de estudio. En este disco, el vidrio se rompe. No es que abandone la sofisticación de productor, sino que la dirige hacia sí mismo. El resultado es un álbum que no niega su pasado, sino que lo recicla, lo refracta y lo ofrece bajo una nueva luz. En vez de disfrazarse detrás de un proyecto colectivo, se muestra con nombre y apellido, aunque todavía con la ironía de decirnos que “tampoco es él”.

El trasfondo explica en parte esta necesidad de síntesis. Nacido en Montevideo pero formado también en Ciudad de México, Campodónico creció en un terreno de cruces: cassettes de música uruguaya, discos globales del DF, el teatro como espacio cotidiano. De ahí surgió una sensibilidad que siempre se movió en la frontera entre lo local y lo global, lo popular y lo experimental. No sorprende que su carrera como productor lo haya llevado de Jorge Drexler a No Te Va Gustar, de Kevin Johansen a Zoe Gotusso, recogiendo en el camino cuatro Grammy Latinos y nominaciones internacionales. Su música ha sonado en el cine, en pasarelas de Nueva York y París, y en las pistas electrónicas de medio mundo.

Ese trayecto lo convierte en un testigo privilegiado de la transición digital y la globalización cultural. En Todo Esto Tampoco Soy Yo, esa experiencia se traduce en un mapa personal, más íntimo, pero igualmente atravesado por la idea de migración sonora.

No es sencillo encasillar este disco: ¿es un trabajo personal de laboratorio? ¿Un manifiesto estético? ¿Un collage de memorias musicales? Probablemente sea las tres cosas. Lo importante es que, por primera vez, Campodónico se coloca en el centro de la escena con la misma honestidad con la que siempre trabajó para otros.