Algo insólito ocurrió el pasado 5 de abril en el Antel Arena. Una banda que, hace dos décadas, era el latido adolescente de media Latinoamérica, volvió a ocupar el centro del escenario y lo hizo con una contundencia que pocos esperaban. Erreway, el grupo surgido de Rebelde Way, no solo agotó entradas en cuestión de horas, sino que se ganó una segunda fecha por puro clamor popular. El 22 de noviembre volverán a subirse al mismo escenario, y todo apunta a que el fenómeno no fue un destello nostálgico, sino una llama que sigue viva.
Las entradas estarán en preventa desde el 25 de abril a las 10:00, a través del sitio web del Antel Arena. Y si el ritmo de ventas repite lo del mes pasado, más vale estar atentos.
🗓️ Fecha: 22 de noviembre, 21hs
📍 Lugar: Antel Arena
🎫 Entradas: Tickantel
Una ficción que se hizo carne (y disco)
Nacidos en 2002 bajo la sombrilla de Cris Morena, Erreway fue un experimento que salió demasiado bien. En la fórmula estaban los ingredientes clásicos: jóvenes con estética cool, conflictos amorosos en loop, y canciones pegadizas con estribillos coreables hasta la saciedad. Pero hubo algo más. Un magnetismo entre los integrantes que escapaba al guión televisivo y que se trasladó, con sorprendente naturalidad, a los escenarios.
Con solo tres discos (Señales, Tiempo y Memoria) lograron lo que muchas bandas con una década de carrera no consiguen: llenar estadios, generar histeria colectiva, y cruzar fronteras sin necesidad de adaptar el idioma. España, Israel, Paraguay, Chile, Argentina… y Uruguay, claro. Porque Montevideo fue parte de ese mapa emocional donde miles de adolescentes encontraron en Erreway algo parecido a una banda sonora personal.
Si bien la banda se disolvió en 2004 tras su última producción, Memoria, la huella cultural que dejó siguió latiendo en playlists retro, remeras con frases de canciones y reuniones de fans que, año tras año, mantuvieron vivo el fuego. Hay algo que Erreway entendió mejor que muchos otros íconos juveniles: lo efímero también puede ser profundo si cala en el momento justo.
Y eso se notó el 5 de abril. El público (una mezcla de treintañeras con glitter y adolescentes que heredaron el fanatismo de sus hermanas mayores) convirtió el Antel Arena en una suerte de templo pop. La energía no fue solo de “volver a ser quien eras”, sino de reconocerse en lo que la música puede seguir significando dos décadas después.