Hay colaboraciones que sorprenden, y luego está Me desperté, el tema que une dos mundos aparentemente opuestos: el de Jorge Drexler, el cantautor uruguayo de precisión poética y sofisticación armónica, y el de Bhavi, una de las figuras más versátiles de la escena trap en Argentina.
La historia comienza con un encuentro en un festival, probablemente un Lollapalooza en Buenos Aires. Fue ahí donde Drexler y Bhavi coincidieron, gracias a la intermediación de Rafa Arcaute, el multipremiado productor detrás de algunos de los sonidos más innovadores del pop latino. Pero no fue un flechazo musical inmediato, sino una conversación pausada que derivó en una relación de respeto mutuo.
“Me mandó varias ideas”, cuenta Drexler desde su estudio en Madrid. “Cuando escuché Me desperté, me atrajo enseguida, pero le puse una condición: ‘Todo el mundo me invita a colaborar en la bossa-nova de su disco. Si voy a hacer esto, quiero escribir mi parte de rap e intentar cantar en ese flow’”. Lo que siguió fue un proceso de aprendizaje bilateral. Bhavi, a sus veintipocos años, se convirtió en maestro de Drexler en las cadencias del trap, mientras que el uruguayo llevó su pericia melódica y su inclinación por la experimentación a la mesa.
Autotune y la precisión del efecto
Lejos de limitarse a un cameo, Drexler se sumergió en el proceso con la meticulosidad que lo caracteriza. Grabó su parte en su estudio de Chueca, en Madrid, mientras que Bhavi lo hacía desde Buenos Aires. Uno de los aspectos más fascinantes de la colaboración fue la incursión de Drexler en el autotune, un recurso que, según él mismo reconoce, no es tan simple como parece.
“Cantar con autotune no está al alcance de todo el mundo”, confiesa. “Es una herramienta que requiere trabajo. Se canta ‘para’ el autotune, igual que se canta para un reverb o para un compresor. No es solo un efecto que se agrega después, hay que diseñar melodías específicas para sacarle el máximo partido”.
El comentario viene de alguien que ha pasado su carrera perfeccionando la manera en que las palabras y los acordes se entrelazan con naturalidad. No es de extrañar que, en su exploración del trap, haya abordado el autotune como una herramienta expresiva más, en lugar de un atajo sonoro.
“Espero que se note que no intento ser nada que yo mismo no sea”, aclara. “Por el contrario, se trata de profundizar tu identidad ampliándola. Parece una paradoja, pero el concepto de identidad es una de las cosas más paradójicas que existen”.
Más allá de la estrategia
La incursión de Jorge Drexler en el trap y el uso del autotune es un movimiento que plantea una pregunta inevitable: ¿está explorando nuevas fronteras artísticas o simplemente subiéndose al carro del mainstream? La línea entre ambas cosas es difusa y se ha vuelto aún más borrosa en un ecosistema musical donde la hibridación de géneros ya no es la excepción, sino la norma. Y la pregunta obvia es si esta colaboración responde a un intento de Drexler por conectar con un público más joven. La respuesta del uruguayo es tajante: no.
“Mi móvil principal es mi desarrollo como ser humano y como artista. Siempre lo fue”, afirma. “No menosprecio los aspectos estratégicos de esta profesión, pero no son mi prioridad. Si algo me gusta o me enseña, lo hago. Si no, no hay fuerza estratégica que me haga hacerlo”.
Drexler no es ajeno a la experimentación. Desde hace décadas, su música ha sido un laboratorio donde se han mezclado elementos electrónicos, folklore latinoamericano, jazz y estructuras narrativas poco convencionales. Su colaboración con C. Tangana en El Madrileño ya insinuaba un coqueteo con las tendencias urbanas, pero Me desperté es otra historia. No es un cameo en un álbum ajeno ni una mera reinterpretación de su propio sonido; es un intento deliberado de adoptar los códigos del trap, desde el flow hasta el autotune.
La cuestión es: ¿cuál es la diferencia entre expandir los límites de un lenguaje artístico y simplemente adaptarse a una fórmula popular para mantenerse vigente?
Uno de los puntos que juega a favor de Drexler es que su aproximación al trap no es superficial. No se limita a añadir efectos de voz y beats programados para parecer actual. En su propia narrativa sobre el proceso, deja claro que hubo un esfuerzo por comprender la estructura del género, su relación con la melodía y la forma en que el autotune no es solo un filtro, sino un instrumento en sí mismo.
Pero aquí surge una paradoja: la verdadera esencia del trap, desde sus raíces en Atlanta hasta su expansión global, ha estado marcada por la urgencia, la crudeza y la espontaneidad. Un género que nació del descaro y la inmediatez difícilmente puede ser diseccionado con precisión quirúrgica sin perder algo en el proceso.