Sol Pereyra y Cata Raybaud: el pop alternativo y la crudeza del desamor

Sol Pereyra y Cata Raybaud

Hay canciones que nacen con la urgencia de una confesión y otras que se deslizan con la calma de una revelación. No la vi venir, el nuevo sencillo de Sol Pereyra y Cata Raybaud, es un poco de ambas. Un lamento pop encapsulado en un beat minimalista, una historia de corazones rotos narrada con elegancia, sin golpes de efecto ni dramatismos exagerados. Un tema que suena como ese mensaje de madrugada que nunca se envió, pero que, de alguna forma, se queda flotando en el aire.

Desde el primer acorde, la producción de Ramiro Jota marca la atmósfera: una base electrónica contenida, sintetizadores que respiran y una guitarra eléctrica que puntea en el lugar justo. Es un sonido que no se apoya en la grandilocuencia, sino en la precisión. Luego entran las voces de Sol y Cata, cada una con su identidad marcada, pero perfectamente ensambladas. La canción juega con contrastes: la dulzura de las melodías y la crudeza de una letra que no necesita sobreexplicarse para calar hondo.

“No la vi venir” no se detiene en la queja ni en la nostalgia fácil. En su aparente sencillez hay una madurez compositiva que rara vez se encuentra en la música pop. Pereyra y Raybaud no buscan dramatizar el desamor; lo exponen como un hecho consumado, con la naturalidad de quien ya entendió que algunas historias solo existen para desaparecer.

Es un tema corto, casi fugaz, que deja la sensación de haber espiado un fragmento de una conversación privada. Y ahí está su mayor acierto: la capacidad de conectar sin necesidad de artificios. En un panorama donde muchas canciones parecen fabricadas para la viralidad, No la vi venir se sostiene en lo esencial: una buena historia, una melodía pegajosa y la química innegable entre dos artistas que entienden que la música, al final, es sobre contar algo que otros puedan sentir como propio.