Mientras Los Ángeles sigue en llamas, la industria musical se enfrenta a una decisión difícil: cancelar o continuar. Con miles de desplazados, una veintena de vidas perdidas y el humo pintando el cielo de gris, la Academia de la Grabación ha optado por seguir adelante con la 67ª entrega de los Grammy. No es solo un acto de terquedad, sino también un intento de convertir el evento en un símbolo de resiliencia y, por qué no, en un motor de ayuda para los damnificados.
Harvey Mason Jr., CEO de la Academia, lo dejó claro en su comunicado: la gala del 2 de febrero sigue en pie, pero con un giro. “Este año, el show tendrá un propósito renovado”, declaró. Y es que, además de celebrar lo mejor de la música, los Grammy 2025 servirán como una plataforma para recaudar fondos en favor de las víctimas y los equipos de emergencia que combaten el fuego.
La situación no es menor. Desde el 7 de enero, las llamas han devorado más de 160 kilómetros cuadrados, forzando la evacuación de más de 100.000 personas y destruyendo miles de hogares y negocios. El desastre ha llevado a que otras ceremonias pospongan sus anuncios—los Óscar, por ejemplo, ya han movido dos veces la fecha de revelación de sus nominados. Pero los Grammy no ceden.
La pregunta es: ¿es una buena idea? Porque, aunque las autoridades aseguren que el evento no representa un riesgo inmediato para la seguridad, la imagen de una alfombra roja brillante en medio de la tragedia no es precisamente fácil de digerir. La Academia parece consciente de esto y ha decidido contrarrestarlo con una estrategia de solidaridad activa.
Dinero y Música para la Recuperación
Universal Music Group y Warner Music, dos gigantes de la industria, ya han cancelado sus fiestas previas a la ceremonia y han redirigido esos fondos a la ayuda humanitaria. Warner, incluso, ha destinado un millón de dólares para apoyar a la comunidad afectada, incluyendo a trabajadores de la música golpeados por la crisis. MusiCares, la organización benéfica de la Academia, también ha puesto en marcha un fondo especial para brindar asistencia directa.
Más allá de las cifras, la expectativa está en cómo se reflejará todo esto en la ceremonia. ¿Habrá discursos comprometidos? ¿Presentaciones dedicadas a la tragedia? ¿Momentos de homenaje a los socorristas? Lo más probable es que sí. La música no puede extinguir el fuego, pero puede servir de refugio y de altavoz para los que lo han perdido todo.
Si algo está claro, es que este no será un Grammy como cualquier otro. Entre el glamour de las nominaciones y la crudeza de la realidad, la gala de este año tendrá que encontrar el balance entre la celebración y la consciencia social. La gran incógnita es si el público verá esto como una muestra de solidaridad genuina o como un intento de la industria por lavarse la cara en medio de la catástrofe.
Lo que sí es seguro es que el espectáculo continuará. Porque en la música, al igual que en la vida, el show no se detiene… ni siquiera cuando todo a su alrededor está en llamas.